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Liturgia del domingo
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Liturgia del domingo

XXVII del tiempo ordinario
Fiesta de san Francisco de Asís (†1226). Recuerdo de la dedicación de la pequeña capilla de Primavalle, primer lugar de oración de la Comunidad de Sant'Egidio en la periferia de Roma. El 4 de octubre de 1992 se firmó en Roma el acuerdo de paz que ponía fin a la guerra de Mozambique. Oración por todos los que trabajan por la paz.
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo
Domingo 4 de octubre

XXVII del tiempo ordinario
Fiesta de san Francisco de Asís (†1226). Recuerdo de la dedicación de la pequeña capilla de Primavalle, primer lugar de oración de la Comunidad de Sant'Egidio en la periferia de Roma. El 4 de octubre de 1992 se firmó en Roma el acuerdo de paz que ponía fin a la guerra de Mozambique. Oración por todos los que trabajan por la paz.


Primera Lectura

Isa?as 5,1-7

Voy a cantar a mi amigo
la canción de su amor por su viña.
Una viña tenía mi amigo
en un fértil otero. La cavó y despedregó,
y la plantó de cepa exquisita.
Edificó una torre en medio de ella,
y además excavó en ella un lagar.
Y esperó que diese uvas,
pero dio agraces. Ahora, pues, habitantes de Jerusalén
y hombres de Judá,
venid a juzgar entre mi viña y yo: ?Qué más se puede hacer ya a mi viña,
que no se lo haya hecho yo?
Yo esperaba que diese uvas.
?Por qué ha dado agraces? Ahora, pues, voy a haceros saber,
lo que hago yo a mi viña:
quitar su seto, y será quemada;
desportillar su cerca, y será pisoteada. Haré de ella un erial que ni se pode ni se escarde.
crecerá la zarza y el espino,
y a las nubes prohibiré
llover sobre ella. Pues bien, viña de Yahveh Sebaot
es la Casa de Israel,
y los hombres de Judá
son su plantío exquisito.
Esperaba de ellos justicia, y hay iniquidad;
honradez, y hay alaridos.

Salmo responsorial

Psaume 79 (80)

Pastor de Israel, escucha,
t? que gu?as a Jos? como un reba?o;
t? que est?s sentado entre querubes, resplandece

ante Efra?m, Benjam?n y Manas?s;
?despierta tu poder?o,
y ven en nuestro auxilio!

?Oh Dios, haznos volver,
y que brille tu rostro, para que seamos salvos!

?Hasta cu?ndo, oh Yahveh Dios Sebaot,
estar?s airado contra la plegaria de tu pueblo?

Les das a comer un pan de llanto
les haces beber l?grimas al triple;

habladur?a nos haces de nuestros convecinos,
y nuestros enemigos se burlan de nosotros.

?Oh Dios Sebaot, haznos volver,
y brille tu rostro, para que seamos salvos!

Una vi?a de Egipto arrancaste,
expulsaste naciones para plantarla a ella,

le preparaste el suelo,
y ech? ra?ces y llen? la tierra.

Su sombra cubr?a las monta?as,
sus p?mpanos los cedros de Dios; "

extend?a sus sarmientos hasta el mar,
hasta el R?o sus renuevos.

?Por qu? has hecho brecha en sus tapias,
para que todo el que pasa por el camino la vendimie,

el jabal? salvaje la devaste,
y la pele el ganado de los campos?

?Oh Dios Sebaot, vu?lvete ya,
desde los cielos mira y ve,
visita a esta vi?a,

cu?dala,
a ella, la que plant? tu diestra!

?Los que fuego le prendieron, cual basura,
a la amenaza de tu faz perezcan!

Est? tu mano sobre el hombre de tu diestra,
sobre el hijo de Ad?n que para ti fortaleciste.

Ya no volveremos a apartarnos de ti;
nos dar?s vida y tu nombre invocaremos."

?Oh Yahveh, Dios Sebaot, haznos volver,
y que brille tu rostro, para que seamos salvos!

Segunda Lectura

Filipenses 4,6-9

No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta. Todo cuanto habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, ponedlo por obra y el Dios de la paz estará con vosotros.

Lectura del Evangelio

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ayer fui sepultado con Cristo,
hoy resucito contigo que has resucitado,
contigo he sido crucificado,
acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 21,33-43

?Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: "A mi hijo le respetarán." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: "Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia." Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ?qué hará con aquellos labradores?? Dícenle: ?A esos miserables les dará una muerte miserable arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo.? Y Jesús les dice: ??No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon,
en piedra angular se ha convertido;
fue el Señor quien hizo esto
y es maravilloso a nuestros ojos?
Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ayer fui sepultado con Cristo,
hoy resucito contigo que has resucitado,
contigo he sido crucificado,
acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Homil?a

"La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos." Jesús recuerda que Dios tiene predilección por lo que los hombres "descartan", no consideran importante o de valor. Eso mismo es lo que comprendió san Francisco, cuya fiesta celebramos hoy, en San Damián cuando oyó la voz del crucifijo que lo animaba a restaurar su casa. Su casa, que era aquel lugar, la iglesia, pero también la vida de la gente. ¡Y cuánta gente aún hoy sigue siendo descartada! ¡Cuánta gente es considerada inútil, un peso! ?Cuánto vale su vida? Sucede lo mismo con la Palabra de Dios, que hoy celebramos de manera especial: muchas veces queda olvidada entre muchas palabras vanas e inútiles. Pero quien construye su casa, es decir, su vida, sobre esta Palabra, la construye sobre la roca.
Es Jesús, es su Evangelio, quien da valor a la vida. Y nuestra vida es amada como la viña de la que habla la escritura. Hay un propietario -dice Jesús- que "plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre". Son palabras que remiten a la "canción de la viña" del profeta Isaías y que expresan todo el amor de Dios por su viña, que es su pueblo, pero también toda la humanidad, y la vida de cada uno de nosotros. El Señor planta, guarda y cuida con atención su viña. Dios tiene esperanza en los frutos de la viña: la paz y la justicia, son los frutos que este mundo aguarda con esperanza. Pero muchas veces, de la tierra se elevan los gritos de los oprimidos y derramamiento de sangre. Y la parábola de Jesús explica lo que pasa en la viña del mundo: que el amor de Dios no se ve correspondido. Es la historia de los viñadores que, en el momento de la vendimia, agarran a los siervos que el propietario ha enviado para recoger los frutos, los apalean y les dan muerte. Es un crescendo de codicia y violencia. Cuanto más se ocupa el propietario de su viña, más crece la hostilidad de los viñadores. ?Qué ocurre? Consideran que aquella viña es propiedad suya y empiezan a vivir en ella buscando solo su interés personal. Esta actitud es el origen de la violencia que vemos tan extendida. La respuesta de Dios a aquel odio y a aquella hostilidad creciente es un amor insensato y gratuito de Dios por nuestra humanidad: "Él no perdonó ni a su propio Hijo". ?Qué ocurrirá con aquella viña? La darán a otros que entregarán los frutos a su tiempo. Es decir, no quedará abandonada: Dios busca los frutos, y si no los encuentra no se cansa de buscar en el pueblo el bien, y por eso sigue sembrando su Palabra y su amor en nuestro corazón. Y el pueblo, es el de los humildes y los pobres que Francisco de Asís descubrió. Los pobres, los que son descartados por todos, son nuestros profetas, no de calamidades sino de amistad. El Señor vuelve a visitarnos en los pobres, y cuando estamos con ellos y nos convertimos en sus compañeros, cuando nos ocupamos de quien está mal, permitimos que el Señor recoja de nuestra vida frutos buenos de misericordia y de paz. De ese modo la piedra que los constructores descartaron, puede ser la piedra angular con la que podemos construir nuestra vida. Lo que el mundo no tiene en cuenta, lo que tiene por débil, como el Evangelio y su invitación a creer en el amor, en realidad es la base sobre la que podemos construir una vida más firme. Todos, pues, podemos trabajar y vivir en la viña del Señor, y entrar en su reino, donde Dios nos ama, Él que con pasión mira, viene y visita su viña para que sea de todos.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.