POBRES

Los pobres son los hermanos y los amigos de la Comunidad. Acompañar a los necesitados –ancianos, personas sin hogar, migrantes, discapacitados, menores de las periferias o presos– es un rasgo distintivo de la vida de quienes forman parte de Sant'Egidio en los distintos continentes.

Los primeros estudiantes que en 1968 empezaron a reunirse alrededor de la Palabra de Dios sintieron que el Evangelio les llamaba a estar con los pobres. Así nació la Escuela Popular, un servicio de repaso escolar gratuito para los niños que vivían en barrios de chabolas de Roma. Aquellos jóvenes tenían el sueño de cambiar la vida de los últimos dándoles, con la palabra, la compañía y la ayuda escolar, un cariño profundo y un rescate posible.

Desde entonces esa amistad ha llegado también a otras personas pobres: a los niños que viven en centros, a los ancianos solos y enfermos, a los discapacitados físicos y mentales, a las personas sin hogar, a los enfermos terminales, a los presos, a los gitanos, a los migrantes, a los leprosos y a los enfermos de sida. A lo largo de estos años ha crecido una sensibilidad hacia toda forma de pobreza, vieja o emergente.
Sant'Egidio se identifica con todas estas personas que, sin exclusión, forman parte de la Comunidad. El servicio con los pobres se basa en la gratuidad y el voluntariado. No hay ninguna Comunidad, ni siquiera la más joven o la más pobre, que sea tan pequeña o que tenga tantos problemas como para no poder ayudar a los pobres que conoce.

En esta amistad con quien tiene más problemas, como nos dijo el papa Francisco, «quien ayuda se confunde con quien es ayudado, en una tensión que se convierte en abrazo. Y el protagonista es el abrazo» (visita a Sant'Egidio, 15 de junio de 2014).