ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Se?or

Memoria de San Policarpo, disc?pulo del ap?stol Juan y obispo m?rtir (+ 155).
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or

Memoria de San Policarpo, disc?pulo del ap?stol Juan y obispo m?rtir (+ 155).


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

El Esp?ritu del Se?or est? sobre ti,
el que nacer? de ti ser? santo.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Eclesiast?s 2,12-17

Yo me volv? a considerar la sabidur?a, la locura y la necedad. ?Qu? har? el hombre que suceda al rey, sino lo que ya otros hicieron? Yo vi que la sabidur?a aventaja a la necedad, como la luz a las tinieblas. El sabio tiene sus ojos abiertos,
mas el necio en las tinieblas camina.
Pero tambi?n yo s? que la misma suerte alcanza a ambos. Entonces me dice: Como la suerte del necio ser? la m?a, ?para qu? vales, pues, mi sabidur?a? Y pens? que hasta eso mismo es vanidad. No hay recuerdo duradero ni del sabio ni del necio; al correr de los d?as, todos son olvidados. Pues el sabio muere igual que el necio. He detestado la vida, porque me repugna cuanto se hace bajo el sol, pues todo es vanidad y atrapar vientos.

 

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

He aqu? Se?or, a tus siervos:
h?gase en nosotros seg?n tu Palabra.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

El pseudo-Salom?n prolonga su reflexi?n sobre las experiencias realizadas. Y se interroga acerca de dos temas ulteriores: ?qu? es la sabidur?a, la locura y la necedad? El pseudo-Salom?n, despu?s de haber penetrado en los enigmas de la vida, confiesa su derrota. Y lo hace juzgando el primer bien que a fuerza de fatigas hab?a cultivado, el del saber y el comprender. ?l valora su b?squeda de sabidur?a pasada, su desaf?o de quererse rebajar hasta los meandros de la estupidez (cf. 1,17); pues bien, ?qu? resultado ha producido una b?squeda tan encarnecida? Es como decir: "?Qu? har? el hombre que suceda al rey, sino lo que ya otros hicieron?". Ciertamente, si se piensa en Robo?n, que dividir? el reino del padre en dos ramas hostiles, es como si no hubiera existido su padre, tejedor de una pol?tica externa e interna refinada y h?bil. Todo debe recomenzar de nuevo. Es indudablemente la ventaja de la sabidur?a sobre la necedad, como la de la luz sobre las tinieblas (v. 13). La tesis es avalada por un proverbio: "El sabio tiene sus ojos abiertos, pero el necio camina en tinieblas" (v. 14a). Pero el hecho de que los dos mueran anula la ventaja de uno sobre el otro (v. 14b). La muerte iguala todo y a todos. No quedar? recuerdo ni del sabio ni del necio. Todo ser? olvidado (v. 16). Coh?let se pregunta: ?qu? sentido tiene la vida si el mismo destino que le corresponde a un est?pido me ocurre tambi?n a m? que he comprendido, descubierto y amaestrado? La conclusi?n es descorazonadora: "He detestado la vida". En cualquier caso, el pseudo-Salom?n no piensa en poner fin a su vida, no tiene en el horizonte ning?n prop?sito suicida. Al contrario, ?l protesta rabiosamente contra la muerte, y confiesa que la vida, si est? privada del amor, s?lo produce disgusto. Coh?let sabe bien que la b?squeda afanosa del placer y del ?xito no lleva a la felicidad, sino s?lo al disgusto y a la violencia. Para ?l es evidente que el "hacer" y el "placer", ante la inevitabilidad de la muerte tanto del justo como del necio, muestran su incapacidad de llevar al hombre a la felicidad. Entonces, ?por qu? afanarse en reflexionar, en comprender, en conocer, si ante uno s?lo est? la muerte? Tambi?n esto, concluye, es hebel, un soplo de viento. Sin embargo, a?n volviendo dram?tico el interrogante sobre el sentido de la vida, la muerte no lo anula. En todo caso lo abre con m?s dramatismo; pero s?lo con la resurrecci?n de Jes?s se obtendr? la respuesta plena al drama que la muerte arroja sobre la vida del hombre.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.