ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Eclesiast?s 2,18-26

Detest? todos mis fatigosos afanes bajo el sol, que yo dejo a mi sucesor. ?Qui?n sabe si ser? sabio o necio? El se har? due?o de todo mi trabajo, lo que realic? con fatiga y sabidur?a bajo el sol. Tambi?n esto es vanidad. Entregu? mi coraz?n al desaliento, por todos mis fatigosos afanes bajo el sol, pues un hombre que se fatig? con sabidur?a, ciencia y destreza, a otro que en nada se fatig? da su propia paga. Tambi?n esto es vanidad y mal grave. Pues ?qu? le queda a aquel hombre de toda su fatiga y esfuerzo con que se fatig? bajo el sol? Pues todos sus d?as son dolor, y su oficio, penar; y ni aun de noche su coraz?n descansa. Tambi?n esto es vanidad. No hay mayor felicidad para el hombre que comer y beber, y disfrutar en medio de sus fatigas. Yo veo que tambi?n esto viene de la mano de Dios, pues quien come y quien bebe, lo tiene de Dios. Porque a quien le agrada, da El sabidur?a, ciencia y alegr?a; mas al pecador, da la tarea de amontonar y atesorar para dej?rselo a quien agrada a Dios. Tambi?n esto es vanidad y atrapar vientos.

 

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Todas las "fatigas" y los "afanes" (v. 18) realizados por Salom?n le han procurado inmensos bienes, preciosos tesoros, obras grandiosas. Pero, ?qui?n recibir? en herencia todo este patrimonio acumulado al precio de tantas fatigas? El pseudo-Salom?n recorre las etapas de su carrera repitiendo con insistencia sus empresas y realizaciones, y recordando que en ellas ha invertido su "saber" (v. 11) e inteligencia. Y se deja llevar por el disgusto (v. 18) y el des?nimo (v. 20) ante la idea de que deber? dejar todo ello a "otro" que le suceder?. En verdad, es una constante de la vida de todo hombre que vive en este mundo encerrado "bajo el sol". Uno trabaja con fatiga, con competencia cient?fica y t?cnica (v. 21) para acumular riquezas, pero despu?s se ve obligado a "dar" a otro sus bienes, sin que ?ste se haya esforzado por ellos. Nadie sabe si quien le suceder? ser? sabio o necio. Resulta claro que el trabajo, la fatiga, el saber y la habilidad t?cnica no consiguen preservar ni de la muerte ni de la posibilidad de perder todo. Un "mal grave" (v. 21) amenaza al hombre, que no conoce el camino para fabricar la felicidad. La vida del hombre est? atribulada, llena de fatigas y de afanes del coraz?n (v. 22), sus d?as y sus noches est?n atravesados de dolores, preocupaciones y pesadillas (v. 23), no hay reposo para la angustia y la continua agitaci?n. El autor se pregunta si es posible que el hombre alcance la felicidad. Hacer, construir, plantar, gozar o poseer, manteniendo siempre el ?nimo separado de cualquier cosa para custodiar la "sabidur?a" o el "saber": nada de eso da la felicidad. La reiterada sucesi?n de hebel (2,1.11.15.17.19.21.23) es como un leit-motive que acompa?a toda la existencia. El final del relato es dram?tico: el presunto rey se convierte en un pobre esclavo lleno de deudas que se atormenta d?a y noche, como un deudor insolvente oprimido por dolores. Pero hay una convicci?n: la alegr?a no viene del hombre sino de Dios. El "bien" del hombre viene de las manos de Dios (v. 24), no de nuestros esfuerzos. Y es un bien que s?lo acoge quien est? "agradecido" a Dios, es decir, quien lo acepta como don con reconocimiento. ?ste recibe como don de Dios la sabidur?a, la ciencia y la alegr?a (v. 26); ?ste consigue incluso gozar en sus fatigas, que se vuelven una fuente de felicidad. Al pecador (o mejor dicho, al "fallido") le corresponde la pena amarga de recoger y amasar para quien es agradecido a Dios. En verdad no se habla de "buenos" y "malos", sino de "gratos a Dios" y de "fallidos". No se trata de un orden moral, ni de una ley del azar. Todo es como una especie de enigma indescifrable, es decir, "vanidad" (hebel). El hombre, incluso cuando vive con las m?ximas oportunidades y por tanto en la situaci?n ?ptima para realizarse como el caso de Salom?n, experimenta la radical finitud que se puede resumir en la certeza de que "no existir? para siempre". El hombre no es autosuficiente. Su solidez est? fuera de ?l. Coh?let nos sit?a ante la puerta de Dios.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.