ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

El Esp?ritu del Se?or est? sobre ti,
el que nacer? de ti ser? santo.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Eclesiast?s 12,9-14

Coh?let, a m?s de ser un sabio, ense?? doctrina al pueblo. Ponder? e investig?, compuso muchos proverbios. Coh?let trabaj? mucho en inventar frases felices, y escribir bien sentencias ver?dicas. Las palabras de los sabios son como aguijadas, o como estacas hincadas, puertas por un pastor para controlar el reba?o. Lo que de ellas se saca, hijo m?o, es ilustrarse. Componer muchos libros es nunca acabar, y estudiar demasiado da?a la salud. Basta de palabras. Todo est? dicho. Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal. Porque toda obra la emplazar? Dios a juicio, tambi?n todo lo oculto, a ver si es bueno o malo.

 

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

He aqu? Se?or, a tus siervos:
h?gase en nosotros seg?n tu Palabra.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Un disc?pulo cierra el peque?o libro con un breve retrato de Coh?let: lo recuerda como un hombre "sabio" que ha sabido transmitir sabidur?a incluso a la gente corriente. Ha salido a las plazas, a las puertas de la ciudad, por las calles: su escuela eran los lugares p?blicos. Difundi? a todos la sabidur?a que hab?a obtenido de la Ley, supo condensar sus ense?anzas en f?rmulas mnemot?cnicas para que acompa?asen la vida de la gente. "Ponder?" e "investig?", se?ala el disc?pulo; fue un verdadero "maestro" que trat? de convencer a sus oyentes buscando la forma m?s adecuada de que sus palabras llegasen a sus corazones y sus mentes. Este disc?pulo compara la ense?anza de Coh?let con las "aguijadas" con las que el campesino estimula a los animales a trabajar, y los frutos de las m?ximas sapienciales con estacas hincadas, puntos fijos de referencia y orientaci?n. A?ade que estas palabras son dadas "por un pastor". Quiz? quiera sugerir que detr?s de todos los dichos sapienciales est? Dios mismo, fuente de toda sabidur?a y ?nico pastor de Israel. De ese modo Coh?let se convierte tambi?n en mensajero de Dios: toda su autoridad proviene de que ense?a la sabidur?a que viene de Dios, y que Dios mismo le ha confiado como tesoro para indagar y ense?ar. Un segundo redactor a?adi? los ?ltimos vers?culos: se dirige al lector llam?ndolo "hijo m?o", y lo pone en guardia para que no se disperse con muchas otras lecturas. Es una exhortaci?n a no interrumpir f?cilmente la lectura de Coh?let, y da en cierto modo la raz?n para ello con una s?ntesis general de las ense?anzas del maestro: "Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal. Porque toda obra ser? juzgada por Dios, tambi?n todo lo oculto, a ver si es bueno o malo" (vv. 12-14). El redactor quiere sintetizar toda la ense?anza de Coh?let en estos dos pilares. "el temor-respeto de Dios" y "la observancia de sus mandamientos". Por este camino -a?ade- se llega a ser "hombre cabal", es decir, se afronta la existencia con entereza, sabiendo que el Se?or ve y examina todas las cosas, y confiando por ello no en nuestra fuerza sino s?lo en la solidez de Dios.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.