ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Iglesia

Los jud?os celebran la fiesta de Shavuot (Pentecost?s).
Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia

Los jud?os celebran la fiesta de Shavuot (Pentecost?s).


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendr?n
un solo reba?o y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 17,20-26

No ruego s?lo por ?stos,
sino tambi?n por aquellos
que, por medio de su palabra, creer?n en m?, para que todos sean uno.
Como t?, Padre, en m? y yo en ti,
que ellos tambi?n sean uno en nosotros,
para que el mundo crea que t? me has enviado. Yo les he dado la gloria que t? me diste,
para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y t? en m?,
para que sean perfectamente uno,
y el mundo conozca que t? me has enviado
y que los has amado a ellos como me has amado a m?. Padre,
los que t? me has dado,
quiero que donde yo est?
est?n tambi?n conmigo,
para que contemplan mi gloria,
la que me has dado,
porque me has amado
antes de la creaci?n del mundo. Padre justo,
el mundo no te ha conocido,
pero yo te he conocido
y ?stos han conocido
que t? me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre
y se lo seguir? dando a conocer,
para que el amor con que t? me has amado est? en ellos

y yo en ellos.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Evangelio presenta la tercera y ?ltima parte de la "oraci?n sacerdotal" de Jes?s. Se acerca la hora dram?tica de su pasi?n. Despu?s de alzar sus ojos al Padre y haber rezado por aquel peque?o grupo de disc?pulos, su mirada se ensancha hasta alcanzar a todos los que, en todos los tiempos, creer?n en el Evangelio por la predicaci?n que escuchen. Las paredes del cen?culo en el que se encuentra con los doce parecen derrumbarse, y ante los ojos de Jes?s se presenta una numerosa multitud de hombres y de mujeres provenientes de todos los rincones de la tierra en espera de consolaci?n y de paz. Jes?s reza por este vasto pueblo y le pide al Padre que "sean uno como nosotros somos uno". Sabe que el esp?ritu de la divisi?n lo destruir?. Por eso pide lo imposible: que todos tengan la misma unidad que existe entre ?l y el Padre. El amor "exagerado" de Jes?s pide lo imposible porque sabe que el Padre, como ?l, ama sin l?mite alguno a los hombres. En el dolor de aquella hora extrema siente la responsabilidad de lo mucho que queda por hacer, de tantos hombres y tantas mujeres que esperan el mensaje evang?lico, de tantas necesidades que todav?a esperan una respuesta. Por eso quiere proteger a sus disc?pulos e incorporarles a su misi?n: ellos continuar?n el trabajo para el que ha sido enviado por el Padre. Les ha hecho conocer el nombre de Dios, es decir, su amor por todos los hombres. Quien experimenta la belleza de este amor sabe que se trata de un amor tan fuerte que nada podr? romperlo. Ni siquiera la muerte.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.