ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

XXX del tiempo ordinario
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo

Primera Lectura

Sabidur?a 11,22-12,2

Como lo que basta a inclinar una balanza, es el mundo entero en tu presencia,
como la gota de roc?o que a la ma?ana baja sobre la
tierra. Te compadeces de todos porque todo lo puedes
y disimulas los pecados de los hombres para que se
arrepientan. Amas a todos los seres
y nada de lo que hiciste aborreces,
pues, si algo odiases, no lo habr?as hecho. Y ?c?mo habr?a permanecido algo si no hubieses querido?
?C?mo se habr?a conservado lo que no hubieses
llamado? Mas t? con todas las cosas eres indulgente, porque son tuyas, Se?or que amas la vida, pues tu esp?ritu incorruptible est? en todas ellas. Por eso mismo gradualmente castigas a los que caen;
les amonestas record?ndoles en qu? pecan
para que, apart?ndose del mal, crean en ti, Se?or.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.