ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Esp?ritu del Se?or est? sobre ti,
el que nacer? de ti ser? santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Apocalipsis 17,8-18

?La Bestia que has visto, era y ya no es; y va a subir del Abismo pero camina hacia su destrucci?n. Los habitantes de la tierra, cuyo nombre no fue inscrito desde la creaci?n del mundo en el libro de la vida, se maravillar?n al ver que la Bestia era y ya no es, pero que reaparecer?. Aqu? es donde se requiere inteligencia, tener sabidur?a. Las siete cabezas son siete colinas sobre las que se asienta la mujer. ?Son tambi?n siete reyes: cinco han ca?do, uno es, y el otro no ha llegado a?n. Y cuando llegue, habr? de durar poco tiempo. Y la Bestia, que era y ya no es, hace el octavo, pero es uno de los siete; y camina hacia su destrucci?n. Los diez cuernos que has visto son diez reyes que no han recibido a?n el reino; pero recibir?n con la Bestia la potestad real, s?lo por una hora. Est?n todos de acuerdo en entregar a la Bestia el poder y la potestad que ellos tienen. Estos har?n la guerra al Cordero, pero el Cordero, como es Se?or de Se?ores y Rey de Reyes, los vencer? en uni?n con los suyos, los llamados y elegidos y fieles.? Me dijo adem?s: ?Las aguas que has visto, donde est? sentada la Ramera, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas. Y los diez cuernos que has visto y la Bestia, van a aborrecer a la Ramera; la dejar?n sola y desnuda, comer?n sus carnes y la consumir?n por el fuego; porque Dios les ha inspirado la resoluci?n de ejecutar su propio plan, y de ponerse de acuerdo en entregar la soberan?a que tienen a la Bestia hasta que se cumplan las palabras de Dios. Y la mujer que has visto es la Gran Ciudad, la que tiene la soberan?a sobre los reyes de la tierra.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aqu? Se?or, a tus siervos:
h?gase en nosotros seg?n tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El ?ngel explica al ap?stol el rostro secreto de la Prostituta y su destino. La declaraci?n de partida centrada en la Bestia demon?aca, unida de manera indisoluble a la Prostituta, es clara. Sobre la Bestia, el ?ngel dice que "era y no es", que recuerda, por contraste con la definici?n divina de "Aquel que era, que es y que va a venir" (1, 4.8; 4,8). Es una presencia acuciante en la historia, pero no lo es de manera invencible y eterna. El mal, en definitiva, no es inextirpable. Al contrario, est? destinado a ser eliminado, dejando sorprendidos y desalentados a los seguidores de la Bestia, cuyos nombres, obviamente, no est?n escritos en el "libro de la vida". El ?ngel explica que la bestia tiene siete cabezas, s?mbolo de "siete colinas" y de "siete reyes". Sorprende la analog?a con las siete colinas de Roma y sus siete reyes, pero estos indican los reinos hostiles al verdadero Dios y a su pueblo. Juan retoma el pasaje de Daniel que por una parte subraya la ramificaci?n del mal en muchos soberanos y poderosos de este mundo ("diez" es un n?mero de totalidad) y por otra parte el l?mite reservado a su triunfo: "s?lo por una hora". Las horas del mal est?n contadas, porque el Se?or ya lo ha derrotado. Por eso, todo aquel que se pone de parte de la Bestia asienta su existencia sobre la arena: todos los poderosos que han entregado "a la Bestia el poder y la potestad que tienen" (v. 13) est?n destinados al fracaso. ?stos libran en vano sus guerras contra el Cordero de Cristo. El Cordero es el Se?or de todo y de todos y los har? caer en el polvo, triunfando sobre ellos teniendo a su lado a "los llamados, los elegidos y los fieles" (v. 14). El cordero, imagen de humildad y debilidad, es la verdadera fuerza que derrota al mal y a sus seguidores. La explicaci?n del cordero va hacia su conclusi?n. Despu?s de haber retomado el tema de las aguas que rodean a la Prostituta (17, 1), s?mbolo de toda la humanidad descrita en la tradicional f?rmula cuadriforme de los pueblos, de las muchedumbres (normalmente se utiliza "tribu"), de las naciones y de las lenguas (v. 15), Juan describe un nuevo acto. Los vasallos de la Bestia-Prostituta-Babilonia se alzar?n contra ella, la torturar?n, la humillar?n, la devorar?n y la incendiar?n. El demonio de la divisi?n se apodera de sus seguidores para ponerlos a unos contra otros: Babilonia quedar? reducida a un c?mulo de escombros polvorientos y humeantes. En ?ltima instancia, toda esta operaci?n es dirigida por Dios mismo, a quien no se le escapa nada de la historia de los hombres. El ?ltimo vers?culo (18) sella la "lecci?n" del ?ngel: la Prostituta, "la gran ciudad que tiene la soberan?a sobre los reyes de la tierra", es la imagen de todo poder absoluto, el concentrado de triunfos terrenales obtenidos con la sangre y la injusticia. Sobre ella caer? el juicio y la condena del Se?or de los se?ores y del Rey de reyes, el verdadero y ?nico Todopoderoso.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.