ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de Gigi, ni?o de N?poles que muri? violentamente. Con ?l recordamos a todos los ni?os que sufren o que mueren por la violencia de los hombres. Oraci?n por los ni?os.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de Gigi, ni?o de N?poles que muri? violentamente. Con ?l recordamos a todos los ni?os que sufren o que mueren por la violencia de los hombres. Oraci?n por los ni?os.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 7,19-23

los envi? a decir al Se?or: ??Eres t? el que ha de venir, o debemos esperar a otro?? Llegando donde ?l aquellos hombres, dijeron: ?Juan el Bautista nos ha enviado a decirte: ?Eres t? el que ha de venir o debemos esperar a otro?? En aquel momento cur? a muchos de sus enfermedades y dolencias, y de malos esp?ritus, y dio vista a muchos ciegos. Y les respondi?: ?Id y contad a Juan lo que hab?is visto y o?do: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ?y dichoso aquel que no halle esc?ndalo en m?!?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La liturgia de la Iglesia sigue en estos d?as sacudi?ndonos nuestra pereza y nuestra superficialidad para que nos preparemos a acoger en nosotros el misterio de la Navidad. El clima que nos rodea no es favorable para la reflexi?n sobre el sentido profundo de la Navidad. F?cilmente, precisamente el "clima navide?o" amenaza con alejarnos del misterio de Dios que escoge la pobreza y la debilidad de la condici?n humana para salvarnos. Como para contrastar con la esclavitud de nuestras distracciones banales, el Evangelio nos presenta a Juan Bautista ya en c?rcel. Pues bien, incluso desde la c?rcel ?l sigue esperando al Mes?as liberador. No se resigna a las cadenas, no deja de esperar y esperar, no se deja adormentar por el clima condescendiente y superficial del mundo. Manda a los suyos donde Jes?s para que le pregunten: "?Eres t? el que ha de venir, o debemos esperar a otro?". Juan cree en las promesas de Dios, y, en cierto modo, quiere apresurarlas. La respuesta de Jes?s evoca un entra?able pasaje de las Escrituras donde se describe lo que sucede cuando llega el Mes?as: "Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva". Juan comprende que esta profec?a se ha cumplido con Jes?s y quiz? puede repetir en su coraz?n la misma oraci?n que Sime?n mientras tomaba entre los brazos al Ni?o: "Ahora, Se?or, puedes, seg?n tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvaci?n". A nosotros que escuchamos hoy esta p?gina evang?lica se nos recuerdan cu?les son los signos que indican la presencia de Dios en la historia humana: servir a los enfermos y a los d?biles, devolver la vista a quien no ve y la fuerza a quien no camina, y anunciar el Evangelio a los pobres. ?C?mo esperar la Navidad? ?C?mo anunciarla al mundo? ?C?mo podemos indicarnos a nosotros mismos y a los dem?s que el Se?or ha venido a visitarnos? El ?nico camino que permanece es el que indica Jes?s a los disc?pulos de Juan: el testimonio concreto del Evangelio del amor. El tiempo de Navidad es una ocasi?n propicia para vivir tambi?n nosotros esta p?gina del Evangelio.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.