ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 16,12-15

Mucho tengo todav?a que deciros,
pero ahora no pod?is con ello. Cuando venga ?l,
el Esp?ritu de la verdad,
os guiar? hasta la verdad completa;
pues no hablar? por su cuenta,
sino que hablar? lo que oiga,
y os anunciar? lo que ha de venir. El me dar? gloria,
porque recibir? de lo m?o
y os lo anunciar? a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es m?o.
Por eso he dicho:
Recibir? de lo m?o
y os lo anunciar? a vosotros.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Parece que Jes?s no quiera terminar de hablar con los disc?pulos. Pero la cena ya llega a su fin y les dice: "Mucho tengo todav?a que deciros, pero ahora no pod?is con ello". No hay reproche alguno en estas palabras. Adem?s, los hab?a elegido ?l personalmente y conoc?a bien sus l?mites. Y no los esconde. Sin embargo, cree que los disc?pulos todav?a no son capaces de soportar toda la carga del Evangelio. El Evangelio no requiere sabios; y tampoco Jes?s busca a poderosos y fuertes para confiarles su misi?n. Parece m?s bien que hace lo contrario. Su palabra no es una doctrina elevada o una ideolog?a compleja que solo unos pocos son capaces de comprender y de profundizar. De su ense?anza brota una energ?a simple y fuerte que llena el coraz?n y transforma la vida, una energ?a que todos pueden acoger y vivir. Es la energ?a del amor. A los disc?pulos solo se les pide que la dejen actuar, que no la frenen, que no le pongan obst?culos. El Esp?ritu Santo nos "guiar? hasta la verdad completa" y nos har? ver la parcialidad de los planteamientos en los que a menudo nos encerramos. El Esp?ritu nos libra de nuestras mezquindades y nos introduce en un circuito de amor que nos ayuda a abrazar a muchos hermanos y hermanas, nos hace parar junto a los pobres que encontramos, nos hace encontrar palabras que tocan el coraz?n de aquellos que buscan amistad y comprensi?n, y nos ayuda a derrotar la l?gica que nos impulsa a distinguirnos y a prevalecer. Dej?monos guiar por el Esp?ritu y descubriremos las cosas futuras, so?aremos un ma?ana distinto. El Esp?ritu, que es fuente de vida y de inspiraci?n, nos ayuda a ser art?fices con ?l de nuestro futuro y del futuro de los dem?s.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.