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Memoria de los santos y de los profetas
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Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de San Ambrosio (+397) obispo de Mil?n. Pastor de su pueblo, se mantuvo fuerte ante la arrogancia del emperador. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de San Ambrosio (+397) obispo de Mil?n. Pastor de su pueblo, se mantuvo fuerte ante la arrogancia del emperador.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cantar de los Cantares 4,1-7

?Qu? bella eres, amada m?a,
qu? bella eres!
Palomas son tus ojos
a trav?s de tu velo;
tu melena, cual reba?o de cabras,
que ondulan por el monte Galaad. Tus dientes, un reba?o de ovejas de esquileo
que salen de ba?arse:
todas tienen mellizas,
y entre ellas no hay est?ril. Tus labios, una cinta de escarlata,
tu hablar, encantador.
Tus mejillas, como cortes de granada
a trav?s de tu velo. Tu cuello, la torre de David,
erigida para trofeos:
mil escudos penden de ella,
todos paveses de valientes. Tus dos pechos, cual dos cr?as
mellizas de gacela,
que pacen entre lirios. Antes que sople la brisa del d?a,
y se huyan las sombras,
me ir? al monte de la mirra,
a la colina del incienso. ?Toda hermosa eres, amada m?a,
no hay tacha en ti!

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

"?Qu? bella eres, amor m?o, qu? bella eres!". As? comienza el canto que el amado entona sobre la belleza de la amada. Y lo concluye con el mismo ardor: "?Toda hermosa eres, amor m?o, no hay defecto en ti!" (v. 7). Es el elogio de la belleza de la amada, una afirmaci?n que ser? acogida por la tradici?n medieval cristiana para el famoso canto latino dedicado a Mar?a, la Madre de Jes?s: "Tota pulchra", "Toda bella". El amor con que el amado mira a su deseada es tan grande que lo lleva a no ver defectos en ella: "?no hay defecto en ti!", exclama. La descripci?n del cuerpo subraya una armon?a plena que atrae. El simbolismo de la descripci?n sugiere el sentido espiritual del texto. Las descripciones de la belleza de las diferentes partes del cuerpo evocan rasgos de la tierra prometida: los cabellos son abundantes y suaves como el vello de las mejores ovejas, las criadas en la regi?n de Galaad, m?s all? del Jord?n; la mejilla es como la granada, un fruto difundido en la tierra de Israel y considerado el s?mbolo de la fertilidad a causa de las muy numerosas semillas que contiene; el cuello adornado con un collar evoca la torre de David (quiz? un edificio de Jerusal?n) de la que colgaban escudos de h?roes; los senos evocan a los cervatillos, animales queridos por el autor del Cantar, como signo de amor y de libertad. Todas las partes del cuerpo de la mujer atraen al amante. En verdad, es el amor del amado lo que hace bella y atractiva a la amada. Las antiguas interpretaciones jud?as hac?an leer as? este pasaje: "?Qu? bella eres t?, Asamblea de Israel! ?Y qu? bellos son los grandes de la Asamblea, y los sabios que se sientan en el Sanedr?n! Ellos iluminan el mundo, el pueblo de la casa de Israel... Qu? bellos son los sacerdotes y los levitas que ofrecen tu sacrificio. Toda t? eres bella, Asamblea de Israel, en ti no hay defecto". Son palabras que podemos aplicar a la Iglesia, criatura de Dios. El amor es lo que hace ver bella su criatura, no porque en ella no haya defecto, sino porque el amor lo cubre todo. Por lo dem?s, este es el sentido de toda la historia de Dios con los hombres. Nosotros los creyentes no somos bellos por nuestras cualidades, sino porque Dios nos ama. La mirada de amor de Dios cura y salva, perdona y redime. Debemos hacer nuestra esta mirada, conscientes de que toda persona, sin exclusi?n de nadie, es mirada por Dios con amor, y por eso es bella y atractiva. En el amor de Dios, que es para todos, hay sin embargo un privilegio que ?l ha reservado a los m?s d?biles. Todos somos bellos ante Dios, pero los pobres y los d?biles lo son a?n m?s. De esta forma se nos invita a mirar al mundo. Viendo a los pobres, a los enfermos, a los d?biles, a los abandonados, deber?amos proclamar como en el Cantar: "?Toda hermosa eres, amor m?o, no hay defecto en ti!".

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.