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Memoria de los pobres
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Recuerdo de San Jos?, esposo de Mar?a, que en la humildad "tom? consigo al ni?o" Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 19 de marzo

Recuerdo de San Jos?, esposo de Mar?a, que en la humildad "tom? consigo al ni?o"


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Mateo 1,18-25

La generaci?n de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, Mar?a, estaba desposada con Jos? y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontr? encinta por obra del Esp?ritu Santo. Su marido Jos?, como era justo y no quer?a ponerla en evidencia, resolvi? repudiarla en secreto. As? lo ten?a planeado, cuando el ?ngel del Se?or se le apareci? en sue?os y le dijo: ?Jos?, hijo de David, no temas tomar contigo a Mar?a tu mujer porque lo engendrado en ella es del Esp?ritu Santo. Dar? a luz un hijo, y t? le pondr?s por nombre Jes?s, porque ?l salvar? a su pueblo de sus pecados.? Todo esto sucedi? para que se cumpliese el or?culo del Se?or por medio del profeta: Ved que la virgen concebir? y dar? a luz un hijo,
y le pondr?n por nombre Emmanuel,

que traducido significa: ?Dios con nosotros.? Despertado Jos? del sue?o, hizo como el ?ngel del Se?or le hab?a mandado, y tom? consigo a su mujer. Y no la conoc?a hasta que ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jes?s.

 

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

La Iglesia celebra hoy la fiesta de San Jos?, el esposo de Mar?a. Descendiente de la casa de David, recibe la misi?n de ligar a Jes?s a la descendencia dav?dica, de reasumir la figura de los patriarcas, que a menudo hab?an recibido en sue?os la revelaci?n de Dios, para hacer recorrer al peque?o Jes?s el camino del ?xodo de Egipto a la tierra de Cana?n, insert?ndolo plenamente en la historia de Israel para hacerle heredero de las promesas. Hombre del silencio, Jos? supo discernir d?a tras d?a la voluntad de Dios y obedeci? a todo cuanto se le indicaba. Una antigua leyenda dice que muri? en una gran paz que le daba Jes?s, y por ello en la tradici?n occidental se comenz? pronto a invocarlo para recibir el don de una buena muerte. Las Iglesias de Oriente lo recuerdan junto a David y a Santiago, el hermano del Se?or, en los d?as despu?s de Navidad. Su figura, ligada a la infancia de Jes?s, nos recuerda la actitud indispensable de escucha que debe tener todo creyente, sobre todo en esos momentos en los que parecen prevalecer las dificultades. El pasaje evang?lico de Mateo nos narra c?mo Jos? se ve involucrado en el misterio del nacimiento de Jes?s. El evangelista parece querer subrayar lo irregular de ese nacimiento: habla de Jos? y del drama, grave por partida doble, que est? viviendo. Como marido traicionado deber?a celebrar un divorcio oficial (Mar?a aparecer?a como ad?ltera, y por tanto ser?a rechazada y marginada por sus parientes y todos los habitantes del pueblo). Obviamente tambi?n Mar?a pens? en estas cosas al escuchar el anuncio del ?ngel, y a pesar de todo obedeci?. Jos?, por su parte, hab?a decidido repudiar a su joven esposa pero en secreto. Era un gesto de justicia delicada, se podr?a decir que misericordiosa. Y sin embargo, aquel hombre justo, m?s delicado que la ley, obrando as? habr?a actuado contra la justicia m?s profunda de Dios. En efecto, hay un m?s all? de Dios que el ?ngel le revela. Jos? le escucha y comprende lo que est? sucediendo a su alrededor y en su interior, convirti?ndose as? en disc?pulo del Evangelio. Y el ?ngel continu?: "Le pondr?s por nombre Jes?s". Jos? debe reconocer y decir qui?n es ese hijo. Por eso es la imagen del creyente que sabe escuchar y tomar consigo a Jes?s. Si escuchamos el Evangelio, tambi?n nosotros seremos capaces de acoger a Jes?s como el amigo de nuestros d?as, de toda nuestra vida.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.