ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de san Atanasio, obispo de Alejandr?a (295-373) y doctor de la Iglesia. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Mi?rcoles 2 de mayo

Recuerdo de san Atanasio, obispo de Alejandr?a (295-373) y doctor de la Iglesia.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

G?latas 3,1-5

?Oh insensatos g?latas! ?Qui?n os fascin? a vosotros, a cuyos ojos fue presentado Jesucristo crucificado? Quiero saber de vosotros una sola cosa: ?recibisteis el Esp?ritu por las obras de la ley o por la fe en la predicaci?n? ?Tan insensatos sois? Comenzando por esp?ritu, ?termin?is ahora en carne? ?Hab?is pasado en vano por tales experiencias? ?Pues bien en vano ser?a! El que os otorga, pues, el Esp?ritu y obra milagros entre vosotros, ?lo hace porque observ?is la ley o porque ten?is fe en la predicaci?n?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

En los anteriores dos cap?tulos de la ep?stola, Pablo ha defendido su autoridad apost?lica que las insinuaciones de falsos maestros hab?an puesto en peligro. Despu?s de haber demostrado que tanto el apostolado como el Evangelio los ha recibido directamente de Cristo, pasa a defender el contenido del mensaje. Y lo hace mostrando los frutos que los mismos g?latas han experimentado en su vida a trav?s de la acci?n del Esp?ritu Santo. Lo que se ha producido en ellos no es por las obras de la ley, sino por la predicaci?n del Evangelio. Es la fe lo que les permite "haber sufrido tanto" (3,4). El Evangelio, en efecto, es una palabra eficaz: libra del pecado y da una vida nueva. En las mismas Escrituras est? plasmada esta incre?ble fuerza del Evangelio. El ap?stol parte de la historia de Abrah?n, que se justific? no por las obras, sino por la fe. Y apostrofa con dureza a los destinatarios de la ep?stola: "?G?latas insensatos!". Realmente aprecia a los g?latas. Quiere defenderles de la insensatez y les dice que la verdad del Evangelio es una sola: el Cristo crucificado. Quien mira al crucificado es preservado de la insensatez porque comprende la distancia que lo separa de un amor tan extraordinario como el de Jes?s; un amor tan desmesurado que le lleva a morir por nosotros. Frente al misterio de esta muerte, ?c?mo podemos pensar que lo que nos salva son nuestras obras? Es como si compar?semos nuestras acciones, siempre mezquinas, con el amor de Jes?s por nosotros. ?Qui?n de nosotros ha amado hasta la muerte? Pablo nos advierte de que si olvidamos la predicaci?n de "Jesucristo crucificado" prevalece de nuevo el orgullo y con ?l la ceguera: vemos m?s nuestras obras que el amor desbordante de Dios. Es la predicaci?n del Evangelio lo que ha hecho posibles las obras que llevan a cabo los cristianos. El Esp?ritu Santo derramado en nuestros corazones obra en nosotros y nos permite hacer "cosas grandes". El mismo Jes?s dice a los disc?pulos: "el que crea en m?, har? ?l tambi?n las obras que yo hago, y har? mayores a?n" (Jn 14, 12). No tenemos que sorprendernos de la ambici?n de Jes?s por nosotros. Lo que se nos pide es que nos dejemos guiar por el Esp?ritu Santo que har?, incluso a trav?s de lo poco que somos, cosas grandes. San Ignacio de Antioqu?a, mientras era llevado a Roma para recibir el martirio, dec?a: "El Cristianismo no es cuesti?n de persuasi?n, sino de grandeza", la grandeza de las "obras grandes" del amor.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.