ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jes?s crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jes?s crucificado
Viernes 7 de septiembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 6,20-26

Y ?l, alzando los ojos hacia sus disc?pulos, dec?a: ?Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que ten?is hambre ahora, porque ser?is saciados.
Bienaventurados los que llor?is ahora, porque reir?is. Bienaventurados ser?is cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegr?os ese d?a y saltad de gozo, que vuestra recompensa ser? grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas. ?Pero ?ay de vosotros, los ricos!, porque hab?is recibido vuestro consuelo. ?Ay de vosotros, los que ahora est?is hartos!, porque tendr?is hambre.
?Ay de los que re?s ahora!, porque tendr?is aflicci?n
y llanto. ?Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La narraci?n evang?lica seg?n Lucas nos lleva ante una de las p?ginas m?s significativas del Evangelio: las bienaventuranzas. Jes?s tiene ante sus ojos no solo a los Doce sino a los disc?pulos, es decir, aquel grupo m?s amplio de hombres y mujeres que lo segu?an y la gente que acud?a a escucharlo. Y toma inmediatamente la palabra para ense?arles. No pronuncia un discurso abstracto, no presenta una doctrina elevada que pase por encima de la cabeza de la gente. Quiere indicar a aquellos disc?pulos cu?l es su camino para alcanzar la felicidad. No es el mismo camino que indica la mentalidad corriente que resulta ser falaz y enga?osa. ?Cu?ntas veces hemos sentido en nuestro interior el fracaso de falsos mitos! Y vemos a nuestro alrededor a hombres y mujeres que buscan la felicidad por caminos que en realidad llevan a la destrucci?n de la vida misma. Jes?s, impulsado por la compasi?n y el amor de Dios por los hombres, sin demasiadas palabras, quiere indicar su camino para ir hacia la felicidad. Podr?amos decir que tiene suficiente con cuatro, es decir, cuatro bienaventuranzas. Anuncia a los pobres, a los hambrientos, a los abandonados y a los sedientos de justicia que Dios ha decidido estar a su lado. Por eso son "bienaventurados", porque Dios los ama, porque son los preferidos de Dios. La proximidad de Dios y la de los disc?pulos es para los pobres una alegr?a grande. Hasta ahora estaban excluidos de la vida pero en adelante ser?n los privilegiados, los preferidos. Su bienaventuranza, su felicidad, no proviene obviamente de su triste y precaria situaci?n de vida. En efecto, no es hermoso ser pobre, ni estar afligido, ni tener hambre, ni ser insultado. Ellos son bienaventurados porque Dios ha decidido estar con ellos antes que con los dem?s. Y Jes?s lo muestra en primera persona, con su propio ejemplo. A nosotros, los creyentes, se nos conf?a la grav?sima y fascinante tarea de hacer sentir a los pobres, a los d?biles, el amor privilegiado de Dios como hizo Jes?s durante toda su vida. Los ricos, los que est?n saciados, los fuertes, deben estar atentos porque para ellos es m?s dif?cil ser feliz. Con los "ay de vosotros" Jes?s nos advierte de que no busquemos la bienaventuranza en el amor por nosotros mismos y por las riquezas. El camino de la felicidad para los ricos es gastar la vida por los pobres y los d?biles.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.