ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jes?s crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jes?s crucificado
Viernes 19 de octubre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

2Cr?nicas 6,1-20

Entonces dijo Salom?n: "Yahveh quiere habitar en densa nube. He querido erigirte una morada,
un lugar donde habites para siempre". Se volvi? el rey y bendijo a toda la asamblea de Israel, mientras toda la asamblea de Israel estaba en pie. Dijo: "Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, que habl? por su boca a mi padre David, y ha cumplido por su mano lo que dijo: Desde el d?a en que saqu? a mi pueblo de la tierra de Egipto, no he elegido ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel, para edificar una Casa en la que est? mi Nombre; ni eleg? var?n que fuese caudillo de mi pueblo Israel; pero elijo a Jerusal?n, para que est? all? mi Nombre, y elijo a David para que sea jefe de mi pueblo Israel." Mi padre David pens? en su coraz?n edificar una Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel. Pero Yahveh dijo a mi padre David: "Cuanto a haber pensado en tu coraz?n edificar una Casa a mi Nombre, bien has hecho en tener tal voluntad. Pero no edificar?s t? la Casa, sino que ser? un hijo tuyo, salido de tus entra?as, quien edifique la Casa a mi Nombre." Yahveh ha cumplido la promesa que dijo; he sucedido a mi padre David, me he sentado en el trono de Israel, como Yahveh hab?a dicho, y he construido la Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel; y he puesto all? el arca, en la cual est? la alianza de Yahveh, que ?l pact? con los israelitas." Salom?n se puso ante el altar de Yahveh en presencia de toda la asamblea de Israel y extendi? las manos. Salom?n hab?a hecho un estrado de bronce de cinco codos de largo, cinco codos de ancho, y tres codos de alto, que hab?a colocado en medio del atrio; poni?ndose sobre ?l se arrodill? frente a toda la asamblea de Israel. Y extendiendo sus manos hacia el cielo, dijo: "Yahveh, Dios de Israel, no hay Dios como t? ni en el cielo ni en la tierra; t? que guardas la alianza y el amor a tus siervos que andan en tu presencia con todo su coraz?n; t? que has mantenido a mi padre David la promesa que le hiciste, pues por tu boca lo prometiste, y con tu mano lo has cumplido este d?a. Ahora, pues Yahveh, Dios de Israel, mant?n a tu siervo David, mi padre, la promesa que le hiciste, diciendo: " Nunca ser? quitado de mi presencia uno de los tuyos, que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden su camino andando en mi Ley, como t? has andado delante de m?." Ahora, Yahveh, Dios de Israel, que se cumpla la palabra que dijiste a tu siervo David. Pero ?es que verdaderamente habitar? Dios con los hombres sobre la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ?cu?nto menos esta Casa que yo te he construido! Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petici?n, Yahveh, Dios m?o, y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace en tu presencia. ?Que tus ojos est?n abiertos d?a y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del que dijiste que pondr?as en ?l tu Nombre para escuchar la oraci?n que dirige tu siervo hacia este lugar!

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Salom?n, una vez que el Se?or ha tomado posesi?n del templo, aclara que ha sido Dios mismo quien ha tomado dicha decisi?n. Por tanto puede dirigirse a los presentes y bendecirlos. Les recuerda la historia de la elecci?n de Dios por Israel, de la liberaci?n de Egipto, a la elecci?n de Jerusal?n, la ciudad donde habr?a sido construido el templo, morada de Dios entre los hombres. Es un breve resumen que remite a la elecci?n del Se?or de no salvar a los hombres individualmente sino reuni?ndoles en un pueblo. Frente a las tentaciones individualistas recurrentes, con frecuencia la vida religiosa tambi?n se concibe de forma individualista, est? bien recordar que la salvaci?n se realiza en la historia de "su" pueblo. Como Salom?n entonces, as? nosotros hoy, somos llamados a sumergirnos en este pueblo que Dios re?ne mediante su Palabra para que diga a todos los pueblos el amor de Dios. Con esta conciencia, Salom?n se dirige despu?s al Se?or. Es significativo que el Cronista muestre el lugar que el rey toma en el momento de esta oraci?n solemne: "?l se puso en pie ante el altar de Yahv?, frente a toda la asamblea de Israel, y extendi? las manos". Estaba delante de todos con las manos extendidas hacia el cielo y con el rostro hacia el Se?or. Es una indicaci?n preciosa para hacer nuestra. En realidad, necesitamos en la oraci?n, sobre todo en la oraci?n lit?rgica de la asamblea, una direcci?n, un lugar donde dirigir nuestros ojos y nuestro coraz?n. Con demasiada frecuencia somos descuidados y auto-referenciales en la oraci?n. Necesitamos mirar a lo alto, dirigir nuestras palabras al cielo para que lleguen al coraz?n de Dios. Esta p?gina b?blica nos llama a la oraci?n com?n para que nuestros corazones y nuestros ojos se unan y se dirijan hacia Dios, hacia el rostro de Jes?s. La oraci?n no es una palabra gen?rica, lanzada al vac?o, sino una invocaci?n al Se?or que es fiel a la palabra dada: "t? que guardas la alianza y la fidelidad a tus siervos que caminan ante ti de todo coraz?n". Y la ha mantenido tambi?n con David. Salom?n recuerda al Se?or sus mismas palabras pronunciadas a David: "Nunca te faltar? uno de los tuyos en mi presencia que se siente en el trono de Israel". Es la promesa de una gu?a segura para su pueblo. No obstante, pone una condici?n: "siempre que tus hijos guarden su camino, andando en mi Ley". Hay un v?nculo entre la fidelidad de Dios y la de su pueblo. En la disparidad absoluta entre nosotros y Dios est? la exigencia, que parte sobre todo de Dios, de una reciprocidad en el amor. El amor de Dios es inconmensurable y no se puede comparar al nuestro. Salom?n se da cuenta y exclama: "Los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ?cu?nto menos este templo que yo te he construido!" Pero es precisamente en esta completa disparidad donde se sustancia la grandeza de la fe b?blica: Dios nos escoge no por nuestros m?ritos, sino s?lo por su amor. Mientras debemos estar ante ?l temblando y con temor al mismo tiempo podemos hacer nuestras las palabras que el Rey sigue dirigiendo al Se?or: "?Que d?a y noche tus ojos est?n abiertos hacia este templo, hacia este lugar del que dijiste: `All? estar? mi Nombre'. Escucha la s?plica de tu siervo que entona en direcci?n a este lugar!" La respuesta al amor del Se?or se sustancia en la invocaci?n para que siga mir?ndonos y am?ndonos. S?lo en ?l y no en nosotros est? nuestra salvaci?n.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.