ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Mi?rcoles 7 de noviembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

2Cr?nicas 19,4-11

Resid?a Josafat en Jerusal?n, pero volvi? a visitar al pueblo desde Berseba hasta la monta?a de Efra?m; y los convirti? a Yahveh, el Dios de sus padres. Estableci? jueces en el pa?s, en todas las ciudades fortificadas de Jud?, de ciudad en ciudad; y dijo a los jueces: "Mirad lo que hac?is; porque no juzg?is en nombre de los hombres, sino en nombre de Yahveh, que est? con vosotros cuando administr?is justicia. ?Que est? sobre vosotros el temor de Yahveh! Atended bien a lo que hac?is, porque en Yahveh nuestro Dios no hay iniquidad ni acepci?n de personas ni soborno." Tambi?n en Jerusal?n estableci? Josafat levitas, sacerdotes y cabezas de familia de Israel, para la administraci?n de la justicia de Yahveh y para los litigios. Estos habitaban en Jerusal?n. Les dio esta orden: "Obrar?is en todo en el temor de Yahveh, con fidelidad y con coraz?n perfecto. En todo pleito que venga a vosotros de parte de vuestros hermanos que habitan en sus ciudades, sean causas de sangre o cuestiones de la Ley, de los mandamientos, decretos y sentencias, hab?is de esclarecerlos, a fin de que no se hagan culpables para con Yahveh y se encienda su ira contra vosotros y contra vuestros hermanos. Obrando as?, no os har?is culpables. Amar?as, como sacerdote, ser? vuestro jefe en todos las asuntos de Yahveh; y Zebad?as, hijo de Ismael, jefe de la casa de Jud?, en todos los asuntos del rey. Los levitas os servir?n de escribas. ?Esforzaos, y manos a la obra! Y Yahveh sea con el bueno.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Despu?s de la desastrosa aventura de la guerra como aliado de Ajab, Josafat est? en Jerusal?n para continuar su programa de reformas. En esta ocasi?n se ocupa de la reforma de la justicia. La intenci?n del Cronista es la de presentar a Josafat como un nuevo David, o incluso, como un nuevo Mois?s. Josafat va en persona entre su pueblo para que vuelva al Dios de sus padres, seguro de que el Se?or perdona a los que vuelven a El, como hab?a prometido a Salom?n. Y establece unos los jueces para que ayuden al pueblo a permanecer fieles a la ley. Los jueces tienen que residir en las ciudades fortificadas de Jud?, donde estaban tambi?n las guarniciones reales, situadas en puntos estrat?gicos accesibles a toda la poblaci?n. Ellos representan a Dios, no al rey, por eso tienen que reflejar en sus comportamientos y en sus juicios, la justicia y la equidad del Se?or sin dejarse tentar por los favoritismos: "Cuidado con lo que hac?is, porque no juzgar?is con autoridad de hombres, sino con la Dios, que estar? con vosotros cuando pronunci?is sentencia. Por tanto temed al Se?or y proceded con cuidado. Porque el Se?or, nuestro Dios, no admite injusticias, favoritismos ni sobornos" (vv. 6-7). Son indicaciones altas. Y hay que temer para aplicarla. Por eso el Cronista exhorta a tener "el temor" cuando se realiza esta labor, rechazando la corrupci?n y practicando la equidad. La situaci?n es diferente en Jerusal?n, donde se hace una distinci?n entre "causas del Se?or" y las "causas del rey" (v. 11). Quiz?s no se trataba de causas religiosas o civiles como las entendemos hoy, sino de hechos culturales o no culturales. Los jueces de Jerusal?n constituyen como una corte suprema, a la que llegan los casos no resueltos en los tribunales locales. Josafat exhorta a los jueces de Jerusal?n a cumplir su funci?n de representantes del Se?or actuando con lealtad y poni?ndose completamente al servicio de la justicia. Su labor no era s?lo la de juzgar sino tambi?n la de instruir a los hermanos, es decir a los jueces locales, para que no se alejen de la ley del Se?or, provocando su ira sobre ellos y sus hermanos. Si prevalece la justicia en el pa?s el Se?or vivir? entre sus habitantes. Resulta evidente la sabidur?a de Josafat que comprende la importancia de regular la vida del pueblo de Dios de manera que los inevitables conflictos no pongan en peligro la unidad de la ciudad. Por eso asegura una cierta separaci?n de los poderes, adjudicando al sumo sacerdote Amar?as la presidencia sobre las causas religiosas y a Zebad?as, el jefe de la familia m?s antigua de Jud?, la presidencia de todas las causas civiles. Los levitas tienen una funci?n subalterna de alguaciles y escribas. El rey justo espera que los jueces sean justos como Dios es justo. La ciudad, practicando la justicia, es digna de la bondad de Dios y de su protecci?n.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.