ORACIÓN CADA DÍA

Oraci?n por la Paz
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oraci?n por la Paz
Lunes 18 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Primera Corintios 2,10-16

Porque a nosotros nos lo revel? Dios por medio del Esp?ritu; y el Esp?ritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ?qu? hombre conoce lo ?ntimo del hombre sino el esp?ritu del hombre que est? en ?l? Del mismo modo, nadie conoce lo ?ntimo de Dios, sino el Esp?ritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el esp?ritu del mundo, sino el Esp?ritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado, de las cuales tambi?n hablamos, no con palabras aprendidas de sabidur?a humana, sino aprendidas del Esp?ritu, expresando realidades espirituales. El hombre naturalmente no capta las cosas del Esp?ritu de Dios; son necedad para ?l. Y no las puede conocer pues s?lo espiritualmente pueden ser juzgadas. En cambio, el hombre de esp?ritu lo juzga todo; y a ?l nadie puede juzgarle. Porque ?qui?n conoci? la mente del Se?or para instruirle? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo.

 

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Pablo, que hace poco ha experimentado el ?fracaso? de Atenas, se presenta a los cristianos de Corinto fuerte ?nicamente de la predicaci?n de Cristo crucificado, la s?ntesis m?s elevada del Evangelio del amor. Es el coraz?n del anuncio evang?lico y de la predicaci?n cristiana. En la cruz se cumple el amor de Dios por los hombres. ?l, en efecto, envi? a su propio Hijo a la tierra para que se entregara a la muerte en cruz, y salvara as? a los hombres del mal y de la muerte. En la carta a los Romanos, Pablo hab?a escrito que apenas habr? quien est? dispuesto a morir por una persona de bien, pero Dios envi? a su Hijo a morir por nosotros cuando ?ramos pecadores. El disc?pulo est? llamado a comprender y a comunicar al mundo esta ?buena noticia?. Y debe hacerlo no tanto con razonamientos refinados sino con su propia vida, como hizo el mismo Jes?s. El ap?stol recuerda a los Corintios que no les ha hablado con ?persuasivos discursos de sabidur?a?, sino con ?la demostraci?n del Esp?ritu y de su poder?. Es decir, con palabras eficaces, con el testimonio de cambios efectivos, reales. No se trata de convencer sino de tocar los corazones y de cambiar la vida. Se trata de convertirse en hombres ?espirituales?, que se dejan guiar por el Esp?ritu del Se?or. El disc?pulo, guiado por el Esp?ritu, se hace espiritual, es decir, lleno de una sabidur?a que no le viene de sus tradiciones ni de sus costumbres humanas sino del Evangelio. El Esp?ritu, de hecho, revela a los disc?pulos el misterio escondido a lo largo de los siglos, que permite descubrir en el rostro de Jes?s lo que ning?n otro ojo hab?a visto jam?s, que permite comprender el misterio del amor que contienen las Santas Escrituras y la vida de la Iglesia. Quien se deja guiar por el Esp?ritu puede decir con el ap?stol: ?Nosotros tenemos la mente de Cristo?.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.