Recuerdo del profeta Elías, que fue elevado al cielo y dejó a Eliseo su manto. Leer más
Recuerdo del profeta Elías, que fue elevado al cielo y dejó a Eliseo su manto.
Lectura de la Palabra de Dios
Aleluya, aleluya, aleluya.
Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.
Aleluya, aleluya, aleluya.
?xodo 14,5-18
Cuando anunciaron al rey de Egipto que había huido el pueblo, se mudó el corazón de Faraón y de sus servidores respecto del pueblo, y dijeron: "?Qué es lo que hemos hecho dejando que Israel salga de nuestro servicio?" Faraón hizo enganchar su carro y llevó consigo sus tropas. Tomó seiscientos carros escogidos y todos los carros de Egipto, montados por sus combatientes. Endureció Yahveh el corazón de Faraón rey de Egipto, el cual persiguió a los israelitas, pero los israelitas salieron con la mano alzada. Los egipcios los persiguieron: todos los caballos, los carros de Faraón, con la gente de los carros y su ejército; y les dieron alcance mientras acampaban junto al mar, cerca de Pi Hajirot, frente a Baal Sefón. Al acercarse Faraón, los israelitas alzaron sus ojos, y viendo que los egipcios marchaban tras ellos, temieron mucho los israelitas y clamaron a Yahveh. Y dijeron a Moisés: "?Acaso no había sepulturas en Egipto para que nos hayas traído a morir en el desierto? ?Qué has hecho con nosotros sacándonos de Egipto? ?No te dijimos claramente en Egipto: Déjanos en paz, queremos servir a los egipcios? Porque mejor nos es servir a los egipcios que morir en el desierto." Contestó Moisés al pueblo: "No temáis; estad firmes, y veréis la salvación que Yahveh os otorgará en este día, pues los egipcios que ahora veis, no los volveréis a ver nunca jamás. Yahveh peleará por vosotros, que vosotros no tendréis que preocuparos." Dijo Yahveh a Moisés: "?Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa de Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros de los carros. Sabrán los egipcios que yo soy Yahveh, cuando me haya cubierto de gloria a costa de Faraón, de sus carros y de sus jinetes.
Aleluya, aleluya, aleluya.
El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.
Aleluya, aleluya, aleluya.
El capítulo 14 del Éxodo narra el paso del mar, inicio del largo camino hacia la tierra prometida, primera etapa de la libertad. El faraón se irrita porque pierde a unos siervos y no soporta que le humillen de ese modo. El mal quiere que seamos sus siervos porque su único interés es explotar al hombre. El mal engaña con sus consecuencias. Hace aumentar el miedo, que paraliza, hace creer que el ejército egipcio es muy grande, describiéndolo con toda su fuerza y así quiere impedir el camino hacia la libertad. Israel, pequeño pueblo, se asusta al ver el avance del ejército egipcio y grita al Señor su lamento y su protesta. El miedo debilita. Israel pierde la confianza en la fuerza de Dios, se siente perdido e incluso añora la esclavitud de Egipto. El camino de la libertad, seguir a Dios es siempre una lucha, como todas las cosas verdaderas. Cuando fácilmente nos rendimos ante las primeras dificultades, cuando cedemos a la mentalidad común, no creemos en la presencia y en la custodia de Dios, que no nos abandona. El pueblo grita contra Moisés: "?Qué has hecho con nosotros sacándonos de Egipto? Ya te dijimos en Egipto que nos dejaras en paz, que serviríamos a los egipcios, pues más nos valía servir a los egipcios que morir en el desierto". Moisés, hombre de Dios, invita al pueblo de Israel a tener fe y calma: Dios no abandonará a su pueblo en las dificultades sino que lo salvará con su fuerza. "No temáis" son las palabras que a menudo resuenan en la Biblia ante hombres y mujeres con miedo. Son las mismas palabras que Jesús les dice a sus discípulos. El miedo se vence con la fe. Y en la fe se puede luchar contra el mal, incluso cuando parece imposible.
La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).
Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.
Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.
Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).
La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.