ORACIÓN CADA DÍA

Oración de la Vigilia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración de la Vigilia
Sábado 1 de junio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 11,27-33

Vuelven a Jerusalén y, mientras paseaba por el Templo, se le acercan los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le decían: ??Con qué autoridad haces esto?, o ?quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?? Jesús les dijo: ?Os voy a preguntar una cosa. Respondedme y os diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ?era del cielo o de los hombres? Respondedme.? Ellos discurrían entre sí: ?Si decimos: "Del cielo", dirá: "Entonces, ?por qué no le creísteis?" Pero ?vamos a decir: "De los hombres?"? Tenían miedo a la gente; pues todos tenían a Juan por un verdadero profeta. Responden, pues, a Jesús: ?No sabemos.? Jesús entonces les dice: ?Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Es la tercera vez que Jesús entra en Jerusalén y se pasea por el templo, que ya se ha convertido en el lugar donde enseña habitualmente. Jesús no ha recibido ningún permiso para enseñar. Es un "laico" en el sentido de que no pertenece a ninguna estirpe sacerdotal. Sus oponentes están convencidos de que tienen una autoridad basada en la doctrina de Moisés. Pero ?en qué se basa la autoridad de Jesús para echar a los vendedores del templo, para predicar y curar? Esta pregunta esconde una cuestión básica que ya surgió en la primera predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret. Tanto los habitantes de Nazaret como los jefes del pueblo no aceptan que Jesús tenga autoridad sobre el pueblo y, aún menos, sobre ellos. Jesús, siguiendo un típico método rabínico de responder preguntas formulando otras preguntas, les pregunta: "El bautismo de Juan, ?era del cielo o de los hombres?". Aquellos sacerdotes, escribas y ancianos habrían podido contestar de acuerdo a la verdad. Pero tenían miedo de la reacción de la gente, si desacreditaban la predicación del Bautista. La predicación de Jesús es la continuación de la del Bautista, y ni las cadenas ni los prejuicios pueden silenciar la Palabra de Dios. La Palabra no habla a quien no está dispuesto a acogerla con un corazón abierto. Ya en Nazaret, ante la falta absoluta de búsqueda de la verdad, Jesús no pudo hacer ningún milagro.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.