ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los ap?stoles
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los ap?stoles

Recuerdo de san Mateo apóstol y evangelista. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los ap?stoles
Mi?rcoles 21 de septiembre

Himno

Jes?s iba por ciudades y pueblos,
predicando el Evangelio del reino
y sanando a cada enfermo,
y las muchedumbres lo segu?an.

Vi?ndolas como ovejas
abandonadas, sin pastor,
dijo: "La mies es mucha,
pero los obreros son pocos".

Llamando hacia s? a los doce,
les dio todo poder
para expulsar a los esp?ritus
y curar toda enfermedad.

Ellos son Pedro y Andr?s,
Santiago, Juan, Felipe,
Bartolom?, Tadeo, Tom?s, Mateo,
Santiago, Sim?n y Judas quien luego lo traicion?.

Dichoso es Pedro que lo reconoci?,
ni la carne ni la sangre
le han revelado que Jes?s
es verdaderamente el hijo de Dios.

Dichosos Pedro, Santiago y Juan,
en el monte junto al Se?or,
cuando su rostro se transfigur?
y oyeron la voz del Padre.

Ellos han dejado todo
y le han seguido por todas partes
y se sentar?n con ?l al final
y recibir?n la vida eterna.

Los jefes dominan las naciones,
mas entre los disc?pulos no sea as?,
sino quien quiera ser grande,
se haga siervo de todos.

Dichoso Pedro que ha llorado
por tener miedo de confesarlo,
triste Judas que por miedo
lo ha vendido por treinta denarios.

Dichoso es Pablo que en el camino de Damasco,
ha encontrado aquel Se?or,
ensa?ado como estaba en la tradici?n,
y luego lo ha anunciado al mundo.

Concordes en la oraci?n, los Ap?stoles
junto a la Madre de Dios,
fueron colmados de Esp?ritu Santo
y comenzaron a hablar al pueblo

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.