ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los pobres

Oraci?n por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las comunidades cristianas de Europa y de Am?rica. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres

Salmo responsorial

Salmo 21 (22)

Dios m?o, Dios m?o, ?por qu? me has abandonado?
?lejos de mi salvaci?n la voz de mis rugidos!

Dios m?o, de d?a clamo, y no respondes,
tambi?n de noche, no hay silencio para m?.

?Mas t? eres el Santo,
que moras en las laudes de Israel!

En ti esperaron nuestros padres,
esperaron y t? los liberaste;

a ti clamaron, y salieron salvos,
en ti esperaron, y nunca quedaron confundidos.

Y yo, gusano, que no hombre,
verg?enza del vulgo, asco del pueblo,

todos los que me ven de m? se mofan,
tuercen los labios, menean la cabeza:

Se confi? a Yahveh, ?pues que ?l le libre,
que le salve, puesto que le ama!

S?, t? del vientre me sacaste,
me diste confianza a los pechos de mi madre;

a ti fui entregado cuando sal? del seno,
desde el vientre de mi madre eres t? mi Dios.

?No andes lejos de m?, que la angustia est? cerca,
no hay para m? socorro!

Novillos innumerables me rodean,
ac?sanme los toros de Bas?n;

?vidos abren contra m? sus fauces;
leones que desgarran y rugen.

Como el agua me derramo,
todos mis huesos se dislocan,
mi coraz?n se vuelve como cera,
se me derrite entre mis entra?as.

Est? seco mi paladar como una teja
y mi lengua pegada a mi garganta;
t? me sumes en el polvo de la muerte.

Perros innumerables me rodean,
una banda de malvados me acorrala
como para prender mis manos y mis pies.

Puedo contar todos mis huesos;
ellos me observan y me miran,

rep?rtense entre s? mis vestiduras
y se sortean mi t?nica.

?Mas t?, Yahveh, no te est?s lejos,
corre en mi ayuda, oh fuerza m?a,

libra mi alma de la espada,
mi ?nica de las garras del perro;

s?lvame de las fauces del le?n,
y mi pobre ser de los cuernos de los b?falos!

?Anunciar? tu nombre a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabar?!:

Los que a Yahveh tem?is, dadle alabanza,
raza toda de Jacob, glorificadle,
temedle, raza toda de Israel.

Porque no ha despreciado
ni ha desde?ado la miseria del m?sero;
no le ocult? su rostro,
mas cuando le invocaba le escuch?.

De ti viene mi alabanza en la gran asamblea,
mis votos cumplir? ante los que le temen.

" Los pobres comer?n, quedar?n hartos,
los que buscan a Yahveh le alabar?n:
""?Viva por siempre vuestro coraz?n!"""

Le recordar?n y volver?n a Yahveh todos los confines de la tierra,
ante ?l se postrar?n todas las familias de las gentes.

Que es de Yahveh el imperio, del se?or de las naciones.

Ante ?l solo se postrar?n todos los poderosos de la tierra,
ante ?l se doblar?n cuantos bajan al polvo.
Y para aqu?l que ya no viva,

le servir? su descendencia:
ella hablar? del Se?or a la edad

venidera,
contar? su justicia al pueblo por nacer:
Esto hizo ?l.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.