ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en m?
no morir? jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 10,13-16

Le presentaban unos ni?os para que los tocara; pero los disc?pulos les re??an. Mas Jes?s, al ver esto, se enfad? y les dijo: ?Dejad que los ni?os vengan a m?, no se lo impid?is, porque de los que son como ?stos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como ni?o, no entrar? en ?l.? Y abrazaba a los ni?os, y los bendec?a poniendo las manos sobre ellos.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si t? crees, ver?s la gloria de Dios,
dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quiz? este episodio deba situarse en cualquier lugar de parada a lo largo del camino de Jes?s hacia Jerusal?n. Era costumbre presentar a los ni?os a los rabinos para que los bendijeran imponi?ndoles las manos. Sin embargo los disc?pulos, al ver el tropel de ni?os que acud?a y rodeaba a Jes?s, pensaron que le molestar?an. Una vez m?s Jes?s aprovecha la ocasi?n para sorprender a los disc?pulos y ense?arles c?mo se deb?an comportar. Ante todo les reprocha que impidan a los ni?os acercarse a ?l: Jes?s les quiere junto a s?, y en cuanto llegan, "los abraza" y los bendice. La escena es singular, y ciertamente muestra la atenci?n y la ternura de Jes?s hacia los peque?os. ?C?mo no ver en esta escena evang?lica a los millones de ni?os que en nuestro mundo contempor?neo no saben a qui?n acudir y permanecen bajo el peso de la soledad y la marginaci?n? Nadie les abraza, nadie les acaricia; al contrario, con frecuencia quien se les acerca es para explotarlos de los modos m?s diversos y crueles. Por ello, quien est? a su lado para ayudarles, para hacerles crecer, para defenderlos, ciertamente recibir? una gran recompensa. Y cuando Jes?s dice: "El que no reciba el Reino de Dios como ni?o, no entrar? en ?l", propone una ense?anza central en la vida del disc?pulo. Este concepto se repite m?s veces en los Evangelios; basta pensar en lo que dice a Nicodemo: "En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios" (cfr. Jn 3, 1-15). Al proponer la actitud del ni?o como modelo del disc?pulo Jes?s pretende subrayar la total dependencia del disc?pulo respecto a Dios, precisamente como un ni?o que depende en todo de sus padres. El disc?pulo es, ante todo, un hijo que recibe todo del Padre y depende en todo de ?l. Es el tema de la primera bienaventuranza en el Discurso de la Monta?a: "Bienaventurados los pobres de esp?ritu porque de ellos es el Reino de los Cielos". Los pobres en el esp?ritu son los humildes, los que se hacen ni?os ante Dios para depender de ?l, y se consideran siempre hijos amados del Padre que han recibido "un esp?ritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ?Abb?, Padre!" (Rm 8, 15).

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.