ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Se?or

Recuerdo de san Juan Cris?stomo ("boca de oro"), obispo y doctor de la Iglesia (349-407). La liturgia m?s habitual de la Iglesia bizantina lleva su nombre. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or

Salmo responsorial

Salmo 118d (119d)

?Justo eres t?, Yahveh,
y rectitud tus juicios!

Con justicia impones tus dict?menes,
con colmada verdad.

Mi celo me consume,
porque mis adversarios olvidan tus palabras.

Acendrada en extremo es tu promesa,
tu servidor la ama.

Peque?o soy y despreciado,
mas no olvido tus ordenanzas.

Justicia eterna es tu justicia,
verdad tu ley.

Angustia y opresi?n me han alcanzado,
tus mandamientos hacen mis delicias.

Justicia eterna tus dict?menes,
hazme entender para que viva.

Invoco con todo el coraz?n, resp?ndeme, Yahveh,
y guardar? tus preceptos.

Yo te invoco, s?lvame,
y guardar? tus dict?menes.

Me adelanto a la aurora y pido auxilio,
en tu palabra espero.

Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche,
a fin de meditar en tu promesa.

Por tu amor, Yahveh, escucha mi voz,
por tus juicios, vivif?came.

Se acercan a la infamia los que me persiguen,
se alejan de tu ley.

T? est?s cerca, Yahveh,
todos tus mandamientos son verdad.

De tus dict?menes s? desde hace tiempo
que para siempre los fundaste.

Mira mi aflicci?n y l?brame,
porque tu ley no olvido.

Aboga por mi causa t?, resc?tame,
dame la vida conforme a tu promesa.

Lejos de los imp?os la salvaci?n,
pues no van buscando tus preceptos.

Muchas son tus ternuras, Yahveh,
por tus juicios, vivif?came.

Numerosos mis perseguidores y adversarios,
yo no me aparto de tus dict?menes.

He visto a los traidores, me disgusta
que no guarden tu promesa.

Mira que amo tus ordenanzas, Yahveh,
dame la vida por tu amor.

Es verdad el principio de tu palabra,
por siempre, todos tus justos juicios.

Pr?ncipes me persiguen sin raz?n,
mas mi coraz?n teme tus palabras.

Me regocijo en tu promesa
como quien halla un gran bot?n.

La mentira detesto y abomino,
amo tu ley.

Siete veces al d?a te alabo
por tus justos juicios.

Mucha es la paz de los que aman tu ley,
no hay tropiezo para ellos.

Espero tu salvaci?n, Yahveh,
tus mandamientos cumplo.

Mi alma guarda tus dict?menes,
mucho los amo.

Guardo tus ordenanzas y dict?menes
que ante ti est?n todos mis caminos.

Mi grito llegue hasta tu faz, Yahveh,
por tu palabra dame inteligencia.

Mi s?plica llegue ante tu rostro,
por tu promesa l?brame.

Mis labios proclaman tu alabanza,
pues t? me ense?as tus preceptos.

Mi lengua repita tu promesa,
pues todos tus mandamientos son justicia.

Venga tu mano en mi socorro,
porque tus ordenanzas he escogido.

Anhelo tu salvaci?n, Yahveh,
tu ley hace mis delicias.

Viva mi alma para alabarte,
y ay?denme tus juicios.

Me he descarriado como oveja perdida:
ven en busca de tu siervo.
No, no me olvido de tus mandamientos.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.