ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los ap?stoles
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los ap?stoles

Recuerdo de san Lucas, evangelista y autor de los Hechos de los Ap?stoles. Seg?n la tradici?n fue m?dico y pintor. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los ap?stoles

Salmo responsorial

Salmo 134 (135)

Alabad el nombre de Yahveh,
alabad, servidores de Yahveh,

que serv?s en la Casa de Yahveh,
en los atrios de la Casa del Dios nuestro.

Alabad a Yahveh, porque es bueno Yahveh,
salmodiad a su nombre, que es amable.

Pues Yahveh se ha elegido a Jacob,
a Israel, como su propiedad.

Bien s? yo que es grande Yahveh,
nuestro Se?or m?s que todos los dioses.

Todo cuanto agrada a Yahveh,
lo hace en el cielo y en la tierra,
en los mares y en todos los abismos.

Levantando las nubes desde el extremo de la tierra,
para la lluvia hace ?l los rel?mpagos,
saca de sus dep?sitos el viento.

El hiri? a los primog?nitos de Egipto,
desde el hombre al ganado;

mand? se?ales y prodigios
en medio de ti, Egipto,
contra Fara?n y todos sus siervos.

Hiri? a naciones en gran n?mero,
dio muerte a reyes poderosos,

a Sij?n, rey de los amorreos,
a Og, rey de Bas?n,
y a todos los reinos de Cana?n;

y dio sus tierras en herencia,
en herencia a su pueblo Israel.

?Yahveh, tu nombre para siempre,
Yahveh, tu memoria de edad en edad!

Porque Yahveh a su pueblo hace justicia,
y se compadece de sus siervos.

Los ?dolos de las naciones, plata y oro,
obra de manos de hombre

tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven;

tienen o?dos y no oyen,
ni un soplo siquiera hay en su boca.

Como ellos ser?n los que los hacen,
cuantos en ellos ponen su confianza.

Caza de Israel, bendecid a Yahveh,
casa de Aar?n, bendecid a Yahveh,

casa de Lev?, bendecid a Yahveh,
los que a Yahveh tem?is, bendecid a Yahveh.

?Bendito sea Yahveh desde Si?n,
el que habita en Jerusal?n!

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.