ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or
Martes 28 de febrero

Salmo responsorial

Salmo 36 (37)

No te acalores por causa de los malos,
no envidies a los que hacen injusticia.

Pues aridecen presto como el heno,
como la hierba tierna se marchitan.

Ten confianza en Yahveh y obra el bien,
vive en la tierra y crece en paz,

ten tus delicias en Yahveh,
y te dar? lo que pida tu coraz?n.

Pon tu suerte en Yahveh,
conf?a en ?l, que ?l obrar?;

har? brillar como la luz tu justicia,
y tu derecho igual que el mediod?a.

Vive en calma ante Yahveh, espera en ?l,
no te acalores contra el que prospera,
contra el hombre que urde intrigas.

Desiste de la c?lera y abandona el enojo,
no te acalores, que es peor;

pues ser?n extirpados los malvados,
mas los que esperan en Yahveh poseer?n la tierra.

Un poco m?s, y no hay imp?o,
buscas su lugar y ya no est?;

mas poseer?n la tierra los humildes,
y gozar?n de inmensa paz.

El imp?o maquina contra el justo,
rechinan sus dientes contra ?l;

el Se?or de ?l se r?e,
porque ve llegar su d?a.

Desenvainan la espada los imp?os,
tienden el arco, para abatir al m?sero y al pobre,
para matar a los rectos de conducta;

su espada entrar? en su propio coraz?n,
y sus arcos ser?n rotos.

Lo poco del justo vale m?s
que la mucha abundancia del imp?o;

pues los brazos de los imp?os ser?n rotos,
mientras que a los justos los sostiene Yahveh.

Yahveh conoce los d?as de los ?ntegros,
su herencia ser? eterna;

no ser?n confundidos en tiempo de desgracia,
en d?as de penuria gozar?n de hartura.

Perecer?n, en cambio, los imp?os,
los enemigos de Yahveh;
se esfumar?n como el ornato de los prados,
en humo se desvanecer?n.

Toma el imp?o prestado y no devuelve,
mas el justo es compasivo y da;

los que ?l bendice poseer?n la tierra,
los que ?l maldice ser?n exterminados.

De Yahveh penden los pasos del hombre,
firmes son y su camino le complace;

aunque caiga, no se queda postrado,
porque Yahveh la mano le sostiene.

Fui joven, ya soy viejo,
nunca vi al justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.

En todo tiempo es compasivo y presta,
su estirpe vivir? en bendici?n.

Ap?rtate del mal y obra el bien,
tendr?s para siempre una morada;

porque Yahveh ama lo que es justo
y no abandona a sus amigos.
Ain. Los malvados ser?n por siempre exterminados,
la estirpe de los imp?os cercenada;

los justos poseer?n la tierra,
y habitar?n en ella para siempre.

La boca del justo sabidur?a susurra,
su lengua habla rectitud;

la ley de su Dios est? en su coraz?n,
sus pasos no vacilan.

Esp?a el imp?o al justo,
y busca darle muerte;

en su mano Yahveh no le abandona,
ni deja condenarle al ser juzgado.

Espera en Yahveh y guarda su camino,
?l te exaltar? a la herencia de la tierra,
el exterminio de los imp?os ver?s.

He visto al imp?o muy arrogante
empinarse como un cedro del L?bano;

pas? de nuevo y ya no estaba,
le busqu? y no se le encontr?.

Observa al perfecto, mira al ?ntegro:
hay descendencia para el hombre de paz;

pero los rebeldes ser?n a una aniquilados,
y la posteridad de los imp?os extirpada.

La salvaci?n de los justos viene de Yahveh,
?l su refugio en tiempo de angustia;

Yahveh los ayuda y los libera,
de los imp?os ?l los libra,
los salva porque a ?l se acogen.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.