ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 5 de julio

Salmo responsorial

Salmo 89 (90)

Se?or, t? has sido para nosotros
un refugio de edad en edad.

Antes que los montes fuesen engendrados,
antes que naciesen tierra y orbe,
desde siempre hasta siempre t? eres Dios.

"T? al polvo reduces a los hombres,
diciendo: ""?Tornad, hijos de Ad?n!"" "

Porque mil a?os a tus ojos
son como el ayer, que ya pas?,
como una vigilia de la noche.

T? los sumerges en un sue?o,
a la ma?ana ser?n como hierba que brota;

por la ma?ana brota y florece,
por la tarde se amustia y se seca.

Pues por tu c?lera somos consumidos,
por tu furor anonadados.

Has puesto nuestras culpas ante ti,
a la luz de tu faz nuestras faltas secretas.

Bajo tu enojo declinan todos nuestros d?as,
como un suspiro consumimos nuestros a?os.

Los a?os de nuestra vida son unos setenta,
u ochenta, si hay vigor;
mas son la mayor parte trabajo y vanidad,
pues pasan presto y nosotros nos volamos.

?Qui?n conoce la fuerza de tu c?lera,
y, temi?ndote, tu indignaci?n?

?Ens??anos a contar nuestros d?as,
para que entre la sabidur?a en nuestro coraz?n!

?Vuelve, Yahveh! ?Hasta cu?ndo?
Ten piedad de tus siervos.

S?cianos de tu amor a la ma?ana,
que exultemos y cantemos toda nuestra vida.

Devu?lvenos en gozo los d?as que nos humillaste,
los a?os en que desdicha conocimos.

?Que se vea tu obra con tus siervos,
y tu esplendor sobre sus hijos!

?La dulzura del Se?or sea con nosotros!
?Confirma t? la acci?n de nuestras manos!

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.