ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
S?bado 9 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en m?
no morir? jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Romanos 15,22-32

Esa era la raz?n por la cual siempre me ve?a impedido de llegar hasta vosotros. Mas ahora, no teniendo ya campo de acci?n en estas regiones, y deseando vivamente desde hace muchos a?os ir donde vosotros, cuando me dirija a Espa?a... Pues espero veros al pasar, y ser encaminado por vosotros hacia all?, despu?s de haber disfrutado un poco de vuestra compa??a. Mas, por ahora, voy a Jerusal?n para el servicio de los santos, pues Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta en favor de los pobres de entre los santos de Jerusal?n. Lo tuvieron a bien, y deb?an hac?rselo; pues si los gentiles han participado en sus bienes espirituales, ellos a su vez deben servirles con sus bienes temporales. As? que, una vez terminado este asunto, y entregado oficialmente el fruto de la colecta, partir? para Espa?a, pasando por vosotros. Y bien s? que, al ir a vosotros, lo har? con la plenitud de las bendiciones de Cristo. Pero os suplico, hermanos, por nuestro Se?or Jesucristo y por el amor del Esp?ritu Santo, que luch?is juntamente conmigo en vuestras oraciones rogando a Dios por m?, para que me vea libre de los incr?dulos de Judea, y el socorro que llevo a Jerusal?n sea bien recibido por los santos; y pueda tambi?n llegar con alegr?a a vosotros por la voluntad de Dios, y disfrutar de alg?n reposo entre vosotros.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si t? crees, ver?s la gloria de Dios,
dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo quiere llevar su misi?n m?s all? de Roma, hasta Espa?a, como para llegar al ?conf?n extremo? de la tierra. Quiz? para nosotros Asia es lo que para Pablo era Espa?a. En Asia el cristianismo es a?n una peque?a semilla, mientras los pueblos son muchos y est?n a la espera. La urgencia de la comunicaci?n del Evangelio le devoraba. El ejemplo del ap?stol interroga con fuerza la indolencia de muchas comunidades cristianas de hoy, y sacude la pereza que atrapa a tantos disc?pulos del Se?or. La decisi?n del ap?stol de no encerrarse en un ?nico territorio indica su oposici?n a cualquier tipo de autorreferencialidad, a cualquier tipo de cerraz?n, para asumir los horizontes universales propios del Evangelio. Pues bien, toda comunidad cristiana debe vivir tambi?n la misma inquietud de Pablo por la comunicaci?n del Evangelio hasta los confines de la tierra. Esto no quiere decir en absoluto olvidar el propio origen. Y es muy significativo lo que Pablo escribe a prop?sito de la ayuda que debe llevar a Jerusal?n: habla de una ?deuda? hacia esta ciudad de la que hemos obtenido la fe. Es una deuda que en este tiempo debemos sentir con mayor urgencia. El gesto del ap?stol es un ejemplo de esa comuni?n entre las comunidades cristianas que hoy, m?s que nunca, es necesario revitalizar.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.