ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jes?s crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jes?s crucificado
Viernes 11 de octubre

Canto

En tu reino acu?rdate de nosotros, oh Se?or.

Dichosos los pobres de esp?ritu,
de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que sufren, ellos ser?n consolados.
Dichosos los hombres mansos, ellos poseer?n la tierra.

Por el ?rbol Ad?n fue exiliado, pero
por el ?rbol de la cruz el ladr?n fue al Para?so.
Ad?n desobedeci? tu voluntad,
el ladr?n que fue crucificado
en ti confes? al Dios escondido.

En tu reino acu?rdate de nosotros, oh Se?or.

Dichoso el hombre que tiene hambre y sed de la justicia,
porque en el reino que viene
?ste ser? saciado.

Por el disc?pulo los transgresores de la ley
compraron al creador de la ley,
y lo llevaron delante de Pilato
como a un criminal y gritaban:
"?Sea crucificado! ?Sea crucificado!
Porque se ha hecho Hijo de Dios!".

El Se?or los hab?a nutrido con el man?
al tiempo de su viaje por el desierto.
Pero nosotros imitamos
al ladr?n crucificado
y con su pobre fe gritamos:

En tu reino acu?rdate de nosotros, oh Se?or.

Dichosos los misericordiosos,
ellos encontrar?n
misericordia.

La muchedumbre en alta voz gritaba:
"?Sea crucificado Jes?s, el Nazareno!".
Y ped?an fuera librado Barrab?s
en su locura y con sus jefes.
Nosotros alzamos nuestra voz,
con el ladr?n crucificado decimos:

En tu reino acu?rdate de nosotros, oh Se?or.

Dichosos los puros de coraz?n,
ellos ver?n a
Dios.

Como un cordero eres conducido,
llevado al matadero ante los esquiladores,
en tu coraz?n no hay odio,
sino amor y perd?n para todos.
No has llamado a legiones de ?ngeles,
sino que te has confiado al Padre.

En tu reino acu?rdate de nosotros, oh Se?or.

Dichoso quien es hombre de paz,
ser? llamado
hijo de Dios.

Has sido crucificado, oh Se?or,
porque tra?as la paz verdadera
que el mundo no conoce.
Benditos los pies de quien lleva paz,
aunque est?n clavados y traspasados,
oh Cristo, hijo de Dios vivo.

En tu reino acu?rdate de nosotros, oh Se?or.

Dichoso quien es perseguido a causa de la justicia,
Dichosos cuando los insultar?n,
los perseguir?n y contra ustedes dir?n mentiras,
?al?grense y regoc?jense:
grande ser? el premio en los cielos!

Sobre la cruz has atado al tirano,
al enemigo que persigue a todos,
salv?ndonos de las cadenas,
de la muerte y del mal,
liber?ndonos ahora para la vida,
oh Se?or, amigo de los hombres.

En tu reino acu?rdate de nosotros, oh Se?or.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.