ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or
Martes 11 de noviembre

Salmo responsorial

Salmo 118a (119a)

Dichosos los que van por camino perfecto,
los que proceden en la ley de Yahveh.

Dichosos los que guardan sus dict?menes,
los que le buscan de todo coraz?n,

y los que, sin cometer iniquidad,
andan por sus caminos.

T? tus ordenanzas promulgaste,
para que sean guardadas cabalmente.

?Ojal? mis caminos se aseguren
para observar tus preceptos!

Entonces no tendr? verg?enza alguna
al mirar a todos tus mandamientos.

Con rectitud de coraz?n te dar? gracias,
al aprender tus justos juicios.

Tus preceptos, los observar?,
no me abandones t? del todo.

?C?mo el joven guardar? puro su camino?
Observando tu palabra.

De todo coraz?n ando busc?ndote,
no me desv?es de tus mandamientos.

Dentro del coraz?n he guardado tu promesa,
para no pecar contra ti.

Bendito t?, Yahveh,
ens??ame tus preceptos.

Con mis labios he contado
todos los juicios de tu boca.

En el camino de tus dict?menes me recreo
m?s que en toda riqueza.

En tus ordenanzas quiero meditar
y mirar a tus caminos.

En tus preceptos tengo mis delicias,
no olvido tu palabra.

Haz merced a tu siervo y vivir?.
y guardar? tu palabra.

Abre mis ojos para que contemple
las maravillas de tu ley.

Un forastero soy sobre la tierra,
tus mandamientos no me ocultes.

Mi alma se consume deseando
tus juicios en todo tiempo.

T? increpas a los soberbios, los malditos,
que se desv?an de tus mandamientos.

Echa lejos de m? oprobio y menosprecio,
porque he guardado tus dict?menes.

Aunque los pr?ncipes hablen en sesi?n contra m?,
tu servidor medita en tus preceptos.

Tus dict?menes hacen mis delicias,
mis consejeros, tus preceptos.

Mi alma est? pegada al polvo,
hazme vivir conforme a tu palabra.

Mis caminos expuse, y t? me respondiste,
ens??ame tus preceptos.

Hazme entender el camino de tus ordenanzas,
y meditar? en tus maravillas.

Se va en l?grimas mi alma por el tedio,
sost?nme conforme a tu palabra.

Al?jame del camino de mentira,
y dame la gracia de tu ley,

He escogido el camino de la lealtad,
a tus juicios me conformo.

A tus dict?menes me mantengo adherido,
no me confundas, t?, Yahveh.

Corro por el camino de tus mandamientos,
pues t? mi coraz?n dilatas.

Ens??ame, Yahveh, el camino de tus preceptos,
yo lo quiero guardar en recompensa.

Hazme entender, para guardar tu ley
y observarla de todo coraz?n.

Ll?vame por la senda de tus mandamientos
porque mi complacencia tengo en ella.

Inclina mi coraz?n hacia tus dict?menes,
y no a ganancia injusta.

Aparta mis ojos de mirar vanidades,
por tu palabra vivif?came.

Mant?n a tu siervo tu promesa,
que conduce a tu temor.

Aparta de m? el oprobio que me espanta,
pues son buenos tus juicios.

Mira que deseo tus ordenanzas,
hazme vivir por tu justicia.

?Llegue hasta m? tu amor, Yahveh,
tu salvaci?n, conforme a tu promesa!

Y dar? respuesta al que me insulta,
porque conf?o en tu palabra.

No quites de mi boca la palabra de verdad,
porque espero en tus juicios.

Yo observar? sin descanso tu ley
para siempre jam?s.

Y andar? por camino anchuroso,
porque tus ordenanzas voy buscando.

De tus dict?menes hablar? ante los reyes,
y no tendr? que avergonzarme.

Y me deleitar? en tus mandamientos,
que amo mucho.

Tiendo mis manos hacia tus mandamientos,
en tus preceptos medito.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.