ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 17 de agosto

Salmo responsorial

Psaume 58 (59)

?L?brame de mis enemigos, oh Dios m?o,
de mis agresores prot?geme,

l?brame de los agentes de mal,
de los hombres sanguinarios s?lvame!

Mira que acechan a mi alma,
poderosos se conjuran contra m?;
sin rebeld?a ni pecado en m?, Yahveh,

sin culpa alguna, corren y se aprestan.
Despi?rtate, ven a mi encuentro y mira,

t?, Yahveh, Dios Sebaot, Dios de Israel,
?lzate a visitar a todos los gentiles,
no te apiades de ninguno de esos traidores p?rfidos.
Pausa.

Regresan a la tarde,
a?llan como perros,
rondan por la ciudad.

M?ralos desbarrar a boca llena,
espadas en sus labios:
"?Hay alguno que oiga?"

Mas t?, Yahveh, te r?es de ellos,
t? te mofas de todos los gentiles.

Oh fuerza m?a, hacia ti miro.
Pues es Dios mi ciudadela,

el Dios de mi amor viene a mi encuentro.
Dios me har? desafiar a los que me asechan.

?Oh, no los mates, no se olvide mi pueblo,
disp?rsalos con tu poder, hum?llalos,
oh Se?or, nuestro escudo!

Pecado es en su boca la palabra de sus labios;
?queden, pues, presos en su orgullo,
por la blasfemia, por la mentira que vocean! "

?Suprime con furor, supr?melos, no existan m?s!
Y se sepa que Dios domina en Jacob,
hasta los confines de la tierra. Pausa.

Regresan a la tarde,
a?llan como perros,
rondan por la ciudad; "

vedlos buscando qu? comer,
hasta que no est?n hartos van gru?endo.

Yo, en cambio, cantar? tu fuerza,
aclamar? tu amor a la ma?ana;
pues t? has sido para m? una ciudadela,
un refugio en el d?a de mi angustia."

Oh fuerza m?a, para ti salmodiar?,
pues es Dios mi ciudadela,
el Dios de mi amor.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.