ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los ap?stoles
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los ap?stoles

Recuerdo de san Mateo apóstol y evangelista.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de los ap?stoles
Jueves 21 de septiembre

Salmo responsorial

Salmo 71 (72)

Oh Dios, da al rey tu juicio,
al hijo de rey tu justicia:

que con justicia gobierne a tu pueblo,
con equidad a tus humildes.

Traigan los montes paz al pueblo,
y justicia los collados.

El har? justicia a los humildes del pueblo,
salvar? a los hijos de los pobres,
y aplastar? al opresor.

Durar? tanto como el sol,
como la luna de edad en edad;

caer? como la lluvia en el reto?o,
como el roc?o que humedece la tierra.

En sus d?as florecer? la justicia,
y dilatada paz hasta que no haya luna;

dominar? de mar a mar,
desde el R?o hasta los confines de la tierra.

Ante ?l se doblar? la Bestia,
sus enemigos morder?n el polvo;

los reyes de Tarsis y las islas
traer?n tributo.
Los reyes de Sab? y de Seba
pagar?n impuestos;

todos los reyes se postrar?n ante ?l,
le servir?n todas las naciones.

Porque ?l librar? al pobre suplicante,
al desdichado y al que nadie ampara;

se apiadar? del d?bil y del pobre,
el alma de los pobres salvar?.

De la opresi?n, de la violencia, rescatar? su alma,
su sangre ser? preciosa ante sus ojos;

(y mientras viva se le dar? el oro de Sab?).
Sin cesar se rogar? por ?l,
todo el d?a se le bendecir?.

Habr? en la tierra abundancia de trigo,
en la cima de los montes ondear?
como el L?bano al despertar sus frutos y sus flores,
como la hierba de la tierra.

?Sea su nombre bendito para siempre,
que dure tanto como el sol!
?En ?l se bendigan todas las familias de la tierra,
dichoso le llamen todas las naciones!

?Bendito sea Yahveh, Dios de Israel,
el ?nico que hace maravillas!

?Bendito sea su nombre glorioso para siempre,
toda la tierra se llene de su gloria!
?Am?n! ?Am?n!

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.