ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

III del tiempo ordinario
Oraci?n por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las comunidades cristianas en Europa y en las Am?ricas.
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo

Primera Lectura

Nehem?as 8,2-4.5-6.8-10

Trajo el sacerdote Esdras la Ley ante la asamblea, integrada por hombres, mujeres y todos los que ten?an uso de raz?n. Era el d?a uno del mes s?ptimo. Ley? una parte en la plaza que est? delante de la puerta del Agua, desde el alba hasta el mediod?a, en presencia de los hombres, las mujeres y todos los que ten?an uso de raz?n; y los o?dos del pueblo estaban atentos al libro de la Ley. El escriba Esdras estaba de pie sobre un estrado de madera levantado para esta ocasi?n; junto a ?l estaban: a su derecha, Matit?as, Sem?, Ana?as, Ur?as, Jilqu?as y Maase?as, y a su izquierda, Peda?as, Misael, Malk?as, Jasum, Jasbaddan?, Zacar?as y Mesul-lam. Esdras abri? el libro a los ojos de todo el pueblo - pues estaba m?s alto que todo el pueblo - y al abrirlo, el pueblo entero se puso en pie. Esdras bendijo a Yahveh, el Dios grande; y todo el pueblo, alzando las manos, respondi?: "?Am?n! ?Am?n!"; e inclin?ndose se postraron ante Yahveh, rostro en tierra. Y Esdras ley? en el libro de la Ley de Dios, aclarando e interpretando el sentido, para que comprendieran la lectura. Entonces (Nehem?as - el Gobernador - y) Esdras, el sacerdote escriba (y los levitas que explicaban al pueblo) dijeron a todo el pueblo: "Este d?a est? consagrado a Yahveh vuestro Dios; no est?is tristes ni llor?is"; pues todo el pueblo lloraba al o?r las palabras de la Ley. D?joles tambi?n: "Id y comed manjares grasos, bebed bebidas dulces y mandad su raci?n a quien no tiene nada preparado. Porque este d?a est? consagrado a nuestro Se?or. No est?is tristes: la alegr?a de Yahveh es vuestra fortaleza."

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.