ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

V de Pascua
Recuerdo de san Anastasio (259-373), obispo de Alejandr?a de Egipto
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo

Primera Lectura

Hechos de los Ap?stoles 14,21-27

Habiendo evangelizado aquella ciudad y conseguido bastantes disc?pulos, se volvieron a Listra, Iconio y Antioqu?a, confortando los ?nimos de los disc?pulos, exhort?ndoles a perseverar en la fe y dici?ndoles: ?Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.? Designaron presb?teros en cada Iglesia y despu?s de hacer oraci?n con ayunos, los encomendaron al Se?or en quien hab?an cre?do. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia; predicaron en Perge la Palabra y bajaron a Atal?a. All? se embarcaron para Antioqu?a, de donde hab?an partido encomendados a la gracia de Dios para la obra que hab?an realizado. A su llegada reunieron a la Iglesia y se pusieron a contar todo cuanto Dios hab?a hecho juntamente con ellos y c?mo hab?a abierto a los gentiles la puerta de la fe.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.