ORACIÓN CADA DÍA

Oraci?n por los enfermos
Palabra de dios todos los dias

Oraci?n por los enfermos

Recuerdo de Yaguine e Fod?, dos j?venes de 15 y 14 a?os de la Guinea Conakry, muertos en 1999 por el fr?o escondidos en el tren de aterrizaje de un avi?n intentando llegar a Europa para estudiar.
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Libretto DEL GIORNO
Oraci?n por los enfermos

Recuerdo de Yaguine e Fod?, dos j?venes de 15 y 14 a?os de la Guinea Conakry, muertos en 1999 por el fr?o escondidos en el tren de aterrizaje de un avi?n intentando llegar a Europa para estudiar.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 14,13-21

Al o?rlo Jes?s, se retir? de all? en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras ?l viniendo a pie de las ciudades. Al desembarcar, vio mucha gente, sinti? compasi?n de ellos y cur? a sus enfermos. Al atardecer se le acercaron los disc?pulos diciendo: ?El lugar est? deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida.? Mas Jes?s les dijo: ?No tienen por qu? marcharse; dadles vosotros de comer.? D?cenle ellos: ?No tenemos aqu? m?s que cinco panes y dos peces.? El dijo: ?Tra?dmelos ac?.? Y orden? a la gente reclinarse sobre la hierba; tom? luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunci? la bendici?n y, partiendo los panes, se los dio a los disc?pulos y los disc?pulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que hab?an comido eran unos 5.000 hombres, sin contar mujeres y ni?os.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

En este mes de agosto y en la primera mitad de septiembre nos dejaremos guiar por el Evangelio de la liturgia del d?a que empieza con la lectura de Mateo y de Lucas. El episodio de la multiplicaci?n de los panes es narrado hasta seis veces en los Evangelios (dos en Mateo y Marcos y una en Lucas y Juan). Evidentemente impact? mucho a la comunidad de los primeros disc?pulos, hasta el punto de que forma parte de aquellas pocas p?ginas evang?licas comunes a los cuatro evangelios. De ellas podemos decir que sintetizan la misi?n misma de Jes?s. Ya al inicio de la narraci?n impresiona la ternura y la compasi?n del profeta de Nazaret para con la gente que contin?a sigui?ndole. Esta vez, despu?s de haber subido ?l a la barca, la gente se apresura hacia la otra orilla, donde el Maestro atracar? m?s tarde. As?, al llegar a la orilla, Jes?s ve a toda aquella muchedumbre. Es gente inquieta, exhausta a causa del cansancio; es gente que, sobre todo, busca a alguien que se ocupe de ella. El coraz?n de Jes?s no resiste a la conmoci?n: cura primero a los enfermos y luego se pone a hablar con ellos. Hasta la noche. Y todos le escuchan. Aquella muchedumbre carec?a de pan y de palabras verdaderas sobre su vida. Por eso se qued? todo el d?a con Jes?s para escucharlo. "No s?lo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Aun as?, el Se?or sabe que el hombre tambi?n vive de pan. De hecho, est? escrito: "No and?is preocupados por vuestra vida, qu? comer?is? buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os dar?n por a?adidura" (Mt 6, 25-34). Eso es lo que sucede en el pasaje de la multiplicaci?n de los panes. Los disc?pulos, pensando ser m?s atentos que Jes?s, lo interrumpen: "El lugar est? deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida". Es un comportamiento normal, o incluso casi atento. Pero Jes?s rebate: "No tienen por qu? marcharse; dadles vosotros de comer". El Se?or sabe que los disc?pulos tiene poco en sus manos: apenas cinco panes y dos peces; aun as?, tienen que responder a la necesidad de aquella muchedumbre sin decirles que se marchen. El milagro empieza cuando ponemos con confianza la debilidad en las manos del Se?or. ?l la multiplica. La pobreza se convierte en abundancia. El milagro es obra del Se?or, pero no sin la ayuda de los disc?pulos. El Se?or necesita nuestras manos, aunque sean d?biles; necesita nuestros recursos, aunque sean modestos. ?l da fuerza a nuestra debilidad y convierte nuestra pobreza en riqueza. Eso es lo que significan los doce canastos que sobran: a cada disc?pulo, a cada uno de los doce, se le entrega uno de estos canastos para que sienta la grave y dulce responsabilidad de repartir aquel pan que la misericordia de Dios ha multiplicado en sus manos.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.