ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de san Wenceslao, venerado como m?rtir en Bohemia. Recuerdo de William Quijano, joven salvadore?o asesinado por la violencia de las maras. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de san Wenceslao, venerado como m?rtir en Bohemia. Recuerdo de William Quijano, joven salvadore?o asesinado por la violencia de las maras.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 9,57-62

Mientras iban caminando, uno le dijo: ?Te seguir? adondequiera que vayas.? Jes?s le dijo: ?Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.? A otro dijo: ?S?gueme.? El respondi?: ?D?jame ir primero a enterrar a mi padre.? Le respondi?: ?Deja que los muertos entierren a sus muertos; t? vete a anunciar el Reino de Dios.? Tambi?n otro le dijo: ?Te seguir?, Se?or; pero d?jame antes despedirme de los de mi casa.? Le dijo Jes?s: ?Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atr?s es apto para el Reino de Dios.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jes?s acaba de empezar su viaje hacia Jerusal?n y de inmediato plantea la cuesti?n de seguirle. Muchos acud?an a ?l, sobre todo hombres y mujeres que necesitaban ayuda, curaci?n, consuelo, pero ?c?mo hab?a que continuar sigui?ndole? Algunos de los que eran curados o que quedaban maravillados por sus palabras decid?an quedarse con ?l y seguirle adonde iba. Pero esa no era una decisi?n evidente ni f?cil. En cualquier caso siempre es necesario el llamamiento de Jes?s: "S?gueme". Los ejemplos que esta p?gina del Evangelio nos da demuestran la seriedad y las exigencias que comporta seguir a Jes?s. Es curioso que las tres respuestas que da Jes?s tengan relaci?n de alg?n modo con la familia. Al primero que le pide seguirle, Jes?s le contesta que el disc?pulo no puede quedarse tranquilamente en casa: se trata de seguir al Hijo del hombre que, a diferencia de las zorras que tienen guaridas y las aves que tienen nidos, no tiene ni siquiera donde reclinar la cabeza. Es una advertencia severa para quien quisiera una vida asegurada y en definitiva tranquila. Al segundo, Jes?s le anuncia la primac?a del Evangelio incluso sobre las cosas m?s delicadas de la familia, como puede ser la sepultura del padre. El tercero que se acerca, oye a Jes?s decir que si quiere seguirle no debe tener ninguna nostalgia por la vida que deja atr?s. La vida que recibimos cuando seguimos a Jes?s no soporta nostalgias y miradas atr?s. El Evangelio requiere la victoria sobre nuestro egocentrismo y abandonar las tradiciones que tenemos para optar por Jes?s como ?nico Se?or de nuestra vida. Sin duda es una opci?n radical y parad?jica. Pero es as? porque el amor de Jes?s por nosotros es total, radical, parad?jico y ?nico. Es el amor que necesitamos para librarnos de la esclavitud del pecado y del amor solo por nosotros mismos.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.