ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Se?or

Recuerdo de la Presentaci?n en el Templo de la Madre del Se?or. Esta fiesta, que naci? en Jerusal?n y se celebra tambi?n en Oriente, recuerda a la vez el antiguo templo y la el ofrecimiento al Se?or en el que Mar?a convirti? su vida. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or

Recuerdo de la Presentaci?n en el Templo de la Madre del Se?or. Esta fiesta, que naci? en Jerusal?n y se celebra tambi?n en Oriente, recuerda a la vez el antiguo templo y la el ofrecimiento al Se?or en el que Mar?a convirti? su vida.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Esp?ritu del Se?or est? sobre ti,
el que nacer? de ti ser? santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 3,31-35

Llegan su madre y sus hermanos, y qued?ndose fuera, le env?an a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: ??Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas est?n fuera y te buscan.? El les responde: ??Qui?n es mi madre y mis hermanos?? Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: ?Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ?se es mi hermano, mi hermana y mi madre.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aqu? Se?or, a tus siervos:
h?gase en nosotros seg?n tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La fiesta de la Presentaci?n de Mar?a en el templo est? ligada a la dedicaci?n de la iglesia de Santa Mar?a Nueva que se construy? en el templo de Jerusal?n el a?o 453. Mar?a, la Teotokos ("Madre de Dios"), es el verdadero templo en el que se ofrece el ?nico sacrificio agradable a Dios. Con esta fiesta se recupera la tradici?n del ap?crifo protoevangelio de Santiago que narra la consagraci?n a Dios de Mar?a adolescente. Es una p?a tradici?n que nos hace pensar en la urgencia de llevar hasta Dios a muchos adolescentes de hoy a los que a menudo se les priva no solo de las cosas hermosas sino incluso de la vida. Hay que hacer todos los esfuerzos posibles para defender a los peque?os. Hay que salvarlos de una sociedad que les ense?a a vivir en la escuela del ego?smo y de la vanidad y hay que ayudarles a crecer en la escuela del Evangelio. El evangelista Marcos nos narra una escena evang?lica que puede recordarnos la urgencia de seguir la escuela de Jes?s. Es una p?gina que puede parecer dura para con la Madre de Jes?s. En realidad es el camino que Mar?a hab?a seguido desde siempre. Se dice que Jes?s est? en una casa y que muchos se hab?an agolpado a su alrededor para escucharle. Al llegar al lugar sus parientes y su madre, le env?an a llamar. Los parientes se quedaron "fuera", escribe el evangelista, dando as? obviamente no solo una indicaci?n espacial. Solo los que est?n "dentro" y escuchan su palabra, dice Jes?s, son su verdadera familia. La comunidad cristiana nace siempre de la Palabra de Dios y vive de escucharla. Debemos estar todos atentos a no caer en la tentaci?n de considerarnos "parientes" de Jes?s, es decir, pensar que ya no hace falta estar a su alrededor para escucharle, casi como si acceder a ?l fuera algo "natural" y autom?tico. En definitiva, no basta formar parte del grupo de los cristianos para obtener la salvaci?n. Cada d?a debemos entrar "dentro" de la comunidad para escuchar el Evangelio tal como lo anuncia la Iglesia. Y no somos disc?pulos de una vez para todas. Tenemos que escuchar el Evangelio cada d?a y custodiarlo en el coraz?n.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.