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Liturgia del domingo
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Liturgia del domingo

II del tiempo ordinario
Fiesta del Cristo negro de Esquipulas, en Guatemala, venerado en todo Centro América.
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo
Domingo 15 de enero

Salmo responsorial

Salmo 39 (40)

En Yahveh puse toda mi esperanza,
?l se inclin? hacia m?
y escuch? mi clamor.

Me sac? de la fosa fatal,
del fango cenagoso;
asent? mis pies sobre la roca,
consolid? mis pasos.

Puso en mi boca un canto nuevo,
una alabanza a nuestro Dios;
muchos ver?n y temer?n,
y en Yahveh tendr?n confianza.

Dichoso el hombre aquel
que en Yahveh pone su confianza,
y no se va con los rebeldes,
que andan tras la mentira.

?Cu?ntas maravillas has hecho,
Yahveh, Dios m?o,
qu? de designios con nosotros:
no hay comparable a ti!
Yo quisiera publicarlos, pregonarlos,
mas su n?mero excede toda cuenta.

Ni sacrificio ni oblaci?n quer?as,
pero el o?do me has abierto;
no ped?as holocaustos ni v?ctimas,

dije entonces: Heme aqu?, que vengo.
Se me ha prescrito en el rollo del libro

hacer tu voluntad.
Oh Dios m?o, en tu ley me complazco
en el fondo de mi ser.

He publicado la justicia
en la gran asamblea;
mira, no he contenido mis labios,
t? lo sabes, Yahveh.

No he escondido tu justicia en el fondo de mi coraz?n,
he proclamado tu lealtad, tu salvaci?n,
no he ocultado tu amor y tu verdad
a la gran asamblea.

Y t?, Yahveh, no contengas
tus ternuras para m?.
Que tu amor y tu verdad
incesantes me guarden.

Pues desdichas me envuelven
en n?mero incontable.
Mis culpas me dan caza,
y no puedo ya ver;
m?s numerosas son que los cabellos de mi cabeza,
y el coraz?n me desampara.

?D?gnate, oh Yahveh, librarme,
Yahveh, corre en mi ayuda!

?Queden avergonzados y confusos todos juntos
los que buscan mi vida para cercenarla!
?Atr?s, sean confundidos
los que desean mi mal!

"Queden consternados de verg?enza
los que dicen contra m?: ""?Ja, Ja!"" "

"?En ti se gocen y se alegren
todos los que te buscan!
Repitan sin cesar: ""?Grande es Yahveh!"",
los que aman tu salvaci?n."

Y yo, pobre soy y desdichado,
pero el Se?or piensa en m?;
t?, mi socorro y mi libertador,
oh Dios m?o, no tardes.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.