Recuerdo de la dedicación de la basílica romana de Santa Maria in Trastevere. En esta iglesia reza cada tarde la Comunidad de Sant'Egidio.
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Letanías de los santos
Señor, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros
Santa María, Madre de Dios
Ruega con nosotros
Santa María de la clemencia
Ruega con nosotros
Santos Profetas
Rueguen con nosotros
San Juan Bautista
Ruega con nosotros
Santos Apóstoles y Evangelistas
Rueguen con nosotros
Santos Pedro y Pablo
Rueguen con nosotros
San Andrés
Ruega con nosotros
Santiago
Ruega con nosotros
San Bartolomé
Ruega con nosotros
Santa María Magdalena
Ruega con nosotros
San Calixto
Ruega con nosotros
Santa Cecilia
Ruega con nosotros
San Antonio
Ruega con nosotros
Santos Cosme y Damián
Ruega con nosotros
San Basilio
Ruega con nosotros
San Agustín
Ruega con nosotros
San Benito
Ruega con nosotros
Santa Escolástica
Ruega con nosotros
San Gregorio
Ruega con nosotros
San Egidio
Ruega con nosotros
Santos Cirilo y Metodio
Rueguen con nosotros
San Adalberto
Ruega con nosotros
San Francisco
Ruega con nosotros
Santa Clara
Ruega con nosotros
Santa Francisca Romana
Ruega con nosotros
San Felipe Neri
Ruega con nosotros
Santos Obispos y Pastores
Rueguen con nosotros
Santos monjes y eremitas
Rueguen con nosotros
San Juan XXIII
Ruega con nosotros
San Juan Pablo Ii
Ruega con nosotros
Beato óscar Romero
Ruega con nosotros
Santos mártires
Rueguen con nosotros
Santas vírgenes y viudas
Rueguen con nosotros
Todos ustedes pobres de espíritu
Rueguen con nosotros
Todos ustedes sedientos de justicia
Rueguen con nosotros
Todos ustedes hombres de buena voluntad
Rueguen con nosotros
Todos ustedes santos de esta ciudad
Rueguen con nosotros
Hermanos y hermanas dispersos por todas partes
Rueguen con nosotros
Líbranos de la muerte y del pecado,
Te rogamos, óyenos
Líbranos de la violencia y de la injusticia
Te rogamos, óyenos
Líbranos de la soledad y del llanto
Te rogamos, óyenos
Líbranos de toda angustia
Te rogamos, óyenos
Líbranos de toda mal
Te rogamos, óyenos
Dónanos la vida plena
Te rogamos, óyenos
Dona la liberación a los prisioneros
Te rogamos, óyenos
Dona la curación a los enfermos
Te rogamos, óyenos
Dona la paz a quien nos pone trabas
Te rogamos óyenos
Muéstranos tu rostro
Y seremos salvados.
La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).
Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.
Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.
Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).
La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.