ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

V del tiempo ordinario
7 de febrero de 1968: recuerdo del inicio de la Comunidad de Sant?Egidio. Un grupo de estudiantes de un instituto de Roma empez? a reunirse alrededor del Evangelio y del amor por los pobres. Acci?n de gracias al Se?or por el don de la Comunidad.
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo

Segunda Lectura

Primera Corintios 15,1-11

Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqu?, que hab?is recibido y en el cual permanec?is firmes, por el cual tambi?n sois salvados, si lo guard?is tal como os lo prediqu?... Si no, ?habr?ais cre?do en vano! Porque os transmit?, en primer lugar, lo que a mi vez recib?: que Cristo muri? por nuestros pecados, seg?n las Escrituras; que fue sepultado y que resucit? al tercer d?a, seg?n las Escrituras; que se apareci? a Cefas y luego a los Doce; despu?s se apareci? a m?s de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todav?a la mayor parte viven y otros murieron. Luego se apareci? a Santiago; m?s tarde, a todos los ap?stoles. Y en ?ltimo t?rmino se me apareci? tambi?n a m?, como a un abortivo. Pues yo soy el ?ltimo de los ap?stoles: indigno del nombre de ap?stol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios. Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido est?ril en m?. Antes bien, he trabajado m?s que todos ellos. Pero no yo, sino la gracia de Dios que est? conmigo. Pues bien, tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que hab?is cre?do.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.