ORACIÓN CADA DÍA

Oraci?n del tiempo de Navidad
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oraci?n del tiempo de Navidad


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra
a los hombres de buena voluntad.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Nehem?as 6,1-19

Cuando Samballat, Tob?as, Gu?sem el ?rabe, y los dem?s enemigos nuestros se enteraron de que yo hab?a reconstruido la muralla y de que ya no quedaba en ella brecha alguna - aunque en aquel tiempo no estaban colocadas las hojas de las puertas - Samballat y Gu?sem mandaron a decirme: "Ven a entrevistarte con nosotros en Hakkefirim, en el valle de On?." Pero ellos tramaban hacerme mal. Por eso les envi? mensajeros para decirles: "Estoy ocupado en una obra importante y no puedo bajar; ?por qu? voy a dejar que la obra se pare abandon?ndola para bajar donde vosotros?" Cuatro veces me enviaron el mismo recado, y yo di la misma respuesta. Entonces Samballat me envi? a decir por quinta vez lo mismo por un criado suyo que tra?a una carta abierta en la que estaba escrito: "Se oye entre las naciones, y as? lo afirma Gasmu, el rumor de que t? y los jud?os est?is pensando sublevaros; que para ello reconstruyes la muralla y tratas de hacerte su rey, que incluso has designado profetas para proclamar acerca de ti en Jerusal?n: ?Jud? tiene rey! Estos rumores van a ser o?dos por el rey; as? que ven para que tomemos consejo juntos." Pero yo les mand? decir: "No hay nada de eso que dices; son invenciones de tu coraz?n." Porque lo que quer?an era meternos miedo, pensando: "Desfallecer?n sus manos y no acabar?n la obra." Pero, por el contrario, yo me reafirm? m?s. Hab?a ido yo a casa de Sema?as, hijo de Dela?as, hijo Mehetabel, que se encontraba detenido. Dijo ?l: "D?monos cita en la Casa de Dios,
en el interior del santuario;
cerremos las puertas del santuario;
porque van a venir a matarte,
esta misma noche vienen a matarte." Pero yo respond?: "?Un hombre como yo va a huir? ?Qu? hombre que sea como yo entrar?a en el santuario para salvar su vida? No ir?." Pues comprend? que ?l no hab?a sido enviado por Dios, sino que hab?a dicho esta profec?a sobre m? porque Tob?as le hab?a comprado, para que yo, llevado del miedo, lo hiciera as? y pecase; y esto me diera mala fama y pudieran burlarse de m?. Acu?rdate, Dios m?o, de Tob?as, por lo que ha hecho; y tambi?n de Noad?a, la profetisa, y de los dem?s profetas que trataron de asustarme. La muralla qued? terminada el d?a veinticinco de Elul, en 52 d?as. Cuando se enteraron todos nuestros enemigos y todas las naciones de alrededor lo vieron, les pareci? una gran maravilla y reconocieron que esta obra hab?a sido realizada por nuestro Dios. En aquellos mismos d?as, los notables de Jud? multiplicaron sus cartas dirigidas a Tob?as y recib?an las de ?ste; porque ten?a en Jud? muchos aliados, por ser yerno de Sekan?as, hijo de Ar?, y por estar casado su hijo Yehojan?n con la hija de Mesullam, hijo de Berek?as. Incluso llegaron a hablar bien de Tob?as en mi presencia y le repet?an mis palabras. Y Tob?as mandaba cartas para intimidarme.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Aleluya, aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Retomamos la lectura del libro de Nehem?as. El autor narra los obst?culos que se presentan al trabajo de reconstrucci?n de la muralla de la ciudad. Sambalat hace dos intentos de enga?ar a Nehem?as para hacerle desistir de la obra emprendida y que ya est? llegando a su conclusi?n. En primer lugar ofrece una cita en una localidad desconocida para detener los trabajos, pero Nehem?as intuye el objetivo y declina la invitaci?n. Despu?s manda una carta sin sellar cuyas acusaciones pod?an de esa forma ser conocidas por todos haciendo quedar mal a Nehem?as, que es presentado con ambiciones pol?ticas personales (?rebeli?n y estrategia para llegar a rey!). No hay duda de que el autor quiere mostrar la determinaci?n e insistencia para que Nehem?as desista de una obra tan importante para el futuro de la comunidad de Jerusal?n. La fuerza del mal se insin?a tambi?n en la vida de los creyentes buscando por todos los medios obstaculizar cualquier intento que lleve a la unidad y a la comuni?n. Con frecuencia, en el Nuevo Testamento los cristianos son alertados del esp?ritu de divisi?n que quiere impedir la comuni?n. Jes?s es consciente de ello y por esto reza con insistencia, precisamente antes de su pasi?n, para que sus disc?pulos sean uno (Jn 17, 20-21). Tambi?n el ap?stol Pablo est? preocupado por la unidad de sus comunidades, frecuentemente atravesadas por contrastes y divisiones internas que hacen correr el riesgo de vanificar el evangelio por ?l predicado, como por ejemplo en Corinto (cf. 1 Co 1-3; 12). A pesar de las oposiciones a Nehem?as, la reconstrucci?n de la muralla se concluy? en poco tiempo, como demostraci?n de la protecci?n de Dios que no abandona a los que en ?l conf?an: "Cuando se enteraron todos nuestros enemigos y todas las naciones de alrededor lo vieron, les pareci? una gran maravilla y reconocieron que esta obra hab?a sido realizada por nuestro Dios". Esto, sin embargo, no elimina por completo la enemistad de Tob?as y de los notables, que siguieron viendo en la obra de Nehem?as un posible peligro para el poder del que gozaban dentro de la ciudad.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.