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Memoria de los pobres
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Memoria de los pobres

Comienza la semana de oraci?n por la unidad de los cristianos. Recuerdo especial de la Iglesia Cat?lica.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres

Comienza la semana de oraci?n por la unidad de los cristianos. Recuerdo especial de la Iglesia Cat?lica.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Nehem?as 13,1-30

En aquel tiempo se ley? a o?dos del pueblo en el libro de Mois?s, y se encontr? escrito en ?l: "El ammonita y el moabita no entrar?n jam?s en la asamblea de Dios, porque no recibieron a los israelitas con pan y agua. Tomaron a sueldo contra ellos a Balaam, para maldecirles, pero nuestro Dios cambi? la maldici?n en bendici?n." As? que, en oyendo la Ley, se excluy? de Israel a todo extranjero. Antes de esto, el sacerdote Elyasib hab?a sido encargado de los aposentos de la Casa de nuestro Dios. Como era pariente de Tob?as, le hab?a proporcionado un aposento espacioso, donde anteriormente se depositaban las oblaciones, el incienso, los utensilios, el diezmo del trigo, del vino y del aceite, es decir, las porciones de los levitas, los cantores y los porteros, y lo reservado a los sacerdotes. Cuando suced?a esto, yo no estaba en Jerusal?n, porque el a?o 32 de Artajerjes, rey de Babilonia, hab?a ido donde el rey; pero al cabo de alg?n tiempo el rey me permiti? volver; volv? a Jerusal?n, y me enter? de la mala acci?n que hab?a hecho Elyasib en favor de Tob?as, prepar?ndole un aposento en el atrio de la Casa de Dios. Esto me desagrad? mucho; ech? fuera del aposento todos los muebles de la casa de Tob?as, y mand? purificar los aposentos y volver a poner en ellos los utensilios de la Casa de Dios, las oblaciones y el incienso. Me enter? tambi?n de que ya no se entregaban las raciones de los levitas, por lo que ellos se hab?an marchado cada uno a su campo - los levitas y los cantores encargados del servicio -. Reprend? por ello a los consejeros dici?ndoles: "?Por qu? ha sido abandonada la Casa de Dios?" Luego los reun? de nuevo y los restablec? en sus puestos. Y todo Jud? trajo a los almacenes el diezmo del trigo, del vino y del aceite. Puse al frente de los almacenes al sacerdote Selem?as, al escriba Sadoq y Peda?as, uno de los levitas, y como ayudante, a Jan?n, hijo de Zakkur, hijo de Mattan?as, porque eran considerados como personas fieles; les incumb?a distribuir las porciones a sus hermanos. ?Acu?rdate de m? por esto, Dios m?o; no borres las obras de piedad que yo hice por la Casa de mi Dios y por sus servicios! Por aquellos d?as, vi que hab?a en Jud? quienes pisaban los lagares en d?a de s?bado; otros acarreaban los haces de trigo y los cargaban sobre los asnos, y tambi?n vino, uva, higos y toda clase de cargas, para traerlo a Jerusal?n en d?a de s?bado: les advert? que no vendiesen sus mercanc?as. En Jerusal?n, algunos tirios que habitan en ella tra?an pescado y toda clase de mercanc?as para vend?rselas a los jud?os en d?a de s?bado, Reprend? a los notables de Jud? diciendo: "?Qu? mala acci?n comet?is profanando el d?a del s?bado! ?No fue as? como obraron vuestros padres y por lo que nuestro Dios hizo caer toda esta desgracia sobre nosotros y sobre esta ciudad? ?Y vosotros aument?is as? la C?lera contra Israel profanando el s?bado!" As? que orden? que cuando la sombra cubriese las puertas de Jerusal?n, la v?spera del s?bado se cerrasen las puertas, y que no se abriesen hasta despu?s del s?bado. Y puse junto a las puertas a algunos de mis hombres para que no entrase carga alguna en d?a de s?bado. Una o dos veces, algunos mercaderes que vend?an toda clase de mercanc?as pasaron la noche fuera de Jerusal?n, pero yo les avis? dici?ndoles: "?Por qu? pas?is la noche junto a la muralla? ?Si volv?is a hacerlo, os meter? mano!" Desde entonces no volv?an m?s en s?bado. Orden? tambi?n a los levitas purificarse y venir a guardar las puertas, para santificar el s?bado. ?Tambi?n por esto acu?rdate de m?, Dios m?o, y ten piedad de m? seg?n tu gran misericordia! Vi tambi?n en aquellos d?as que algunos jud?os se hab?an casado con mujeres asdoditas, ammonitas o moabitas. De sus hijos, la mitad hablaban asdodeo o la lengua de uno u otro pueblo, pero no sab?an ya hablar jud?o. Yo les reprend? y les maldije, hice azotar a algunos de ellos y arrancarles los cabellos, y los conjur? en nombre de Dios: "?No deb?is dar vuestras hijas a sus hijos ni tomar ninguna de sus hijas por mujeres ni para vuestros hijos ni para vosotros mismos! ?No pec? en esto Salom?n, rey de Israel? Entre tantas naciones no hab?a un rey semejante a ?l; era amado de su Dios; Dios le hab?a hecho rey de todo Israel. Y tambi?n a ?l le hicieron pecar las mujeres extranjeras. ?Se tendr? que o?r de vosotros que comet?is el mismo gran crimen de rebelaros contra nuestro Dios cas?ndoos con mujeres extranjeras?" Uno de los hijos de Yoyad?, hijo del sumo sacerdote Elyasib, era yerno de Samballat el joronita. Yo le ech? de mi lado. ?Acu?rdate de estas gentes, Dios m?o, por haber mancillado el sacerdocio y la alianza de los sacerdotes y levitas! Los purifiqu?, pues, de todo lo extranjero. Y establec?, para los sacerdotes y levitas, reglamentos que determinaran la tarea de cada uno,

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Con esta p?gina se cierra el libro de Nehem?as que nos ha acompa?ado durante algunos d?as. El autor sagrado nos presenta la conclusi?n de la lectura del libro de Mois?s, el Pentateuco. Y una vez m?s, la lectura del libro de la Tor? sanciona la unidad del pueblo de la alianza con su Dios. Despu?s de haber dominado en todos los cap?tulos a partir de la lectura solemne realizada en el cap?tulo 8, el libro de la Palabra de Dios es nuevamente le?do p?blicamente para aplicarlo a la nueva situaci?n que el pueblo de Dios estaba viviendo. La asamblea de Dios se ha purificado en base a lo que est? escrito; por tanto es una nueva comunidad la que habita la ciudad santa y la que ha suscrito el compromiso de observar la Tor?. Sin embargo, Nehem?as debe afrontar de inmediato diversos problemas que se refieren a la aplicaci?n de la Palabra que Dios ha confiado a su pueblo. En efecto, la Palabra de Dios pide a los creyentes ser escuchada y vivida cada d?a, yendo m?s all? de la b?squeda del inter?s personal, como les puede suceder incluso a los que viven en la casa de Dios. Un cierto Tob?as hace un uso impropio del espacio del templo; otros utilizan las provisiones destinadas a los levitas y a los cantores, al tiempo que no se entrega el diezmo que deb?a servir para mantener a los que serv?an en el templo. Y se vuelve nuevamente sobre dos problemas de no f?cil observancia en una comunidad que se acaba de reconstituir: el respeto del reposo del S?bado y los matrimonios mixtos, que pon?an en peligro la preservaci?n de la fidelidad a la Tor?. La observancia del reposo sab?tico contiene una invitaci?n impl?cita a reconocer la dependencia del Se?or nuestra y de nuestras obras: nadie es due?o absoluto de lo que posee. El reposo del S?bado -para nosotros los cristianos el Domingo- recuerda la necesidad de la vida con Dios, de la que todos nosotros dependemos. Tambi?n la llamada a la necesidad de dar el diezmo de los productos de la tierra se sit?a en la perspectiva del don: no todo es nuestro, y lo que poseemos debe ser compartido con quien tiene necesidad. Nehem?as es consciente de las dificultades que encontrar? al ayudar a la comunidad a escuchar la Palabra de Dios y observarla. Sin embargo, ?l no acusa a los dem?s, no pide a Dios que los castigue, sino que se dirige a ?l en la oraci?n, consciente de que el Se?or realizar? aquello por lo que le ha mandado en medio de su pueblo. Por esto en dos ocasiones se dirige en la oraci?n a su Dios: "?Tambi?n por esto acu?rdate de m?, Dios m?o, y ten piedad de m? seg?n tu gran misericordia!" (v. 22); y "?Acu?rdate de m?, Dios m?o, para mi bien!", precisamente en la conclusi?n del libro. Dios se acuerda de nosotros y nos libera, nos ayuda, nos salva. Su recuerdo es eficaz como Su Palabra. Por esto nos unimos a la oraci?n de Nehem?as para que el Se?or se acuerde de nosotros y nos ayude a realizar el bien que ?l en Su bondad nos indica cada d?a a trav?s de su Palabra.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.