ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendr?n
un solo reba?o y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 16,16-20

?Dentro de poco ya no me ver?is,
y dentro de otro poco me volver?is a ver.? Entonces algunos de sus disc?pulos comentaron entre s?: ??Qu? es eso que nos dice: "Dentro de poco ya no me ver?is y dentro de otro poco me volver?is a ver" y "Me voy al Padre"?? Y dec?an: ??Qu? es ese "poco"? No sabemos lo que quiere decir.? Se dio cuenta Jes?s de que quer?an preguntarle y les dijo: ??And?is pregunt?ndoos acerca de lo que he dicho: "Dentro de poco no me ver?is
y dentro de otro poco me volver?is a ver?" ?En verdad, en verdad os digo
que llorar?is y os lamentar?is,
y el mundo se alegrar?.
Estar?is tristes,
pero vuestra tristeza se convertir? en gozo.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jes?s contin?a hablando a los disc?pulos y les anuncia su inminente partida y su pr?ximo retorno; cambiar? por tanto su tristeza en alegr?a. Se podr?a decir que no dice adi?s sino hasta luego: "Dentro de poco ya no me ver?is, y dentro de otro poco me volver?is a ver". Los disc?pulos se quedan un poco desorientados por estas palabras, pero Jes?s quiere indicarles c?mo pueden permanecer cerca de ?l aunque ya no le vean. Les dice que pronto dejar?n de estar juntos, pero al mismo tiempo que volver? a estar con ellos. Jes?s en realidad est? hablando de su muerte y resurrecci?n. Y antes de que los disc?pulos sucumban a la desilusi?n y el desaliento quiere explicarles que aquella ruptura dolorosa, representada por su partida de la tierra para volver al Padre, no era en realidad una separaci?n. ?l les dejar?, pero s?lo despu?s de su resurrecci?n, cuando la victoria de la vida sobre la muerte permita vencer toda lejan?a. Lo que cuenta es continuar busc?ndolo y desear estar junto a ?l. Los disc?pulos est?n desconcertados por lo que parece un contrasentido: ?c?mo puede la lejan?a convertirse en una cercan?a todav?a m?s estrecha? Jes?s no deja sin respuesta aquel desconcierto, y les dice que su dolor y la tristeza por su partida se convertir?n en oraci?n de invocaci?n capaz de transformar la tristeza de la lejan?a en la alegr?a de una cercan?a reencontrada. En efecto, tras la ascensi?n de Jes?s al Padre todo hombre y toda mujer, en cualquier rinc?n de la tierra, puede tener al Se?or a su lado si lo invocan en la oraci?n: el Se?or hablar? a su coraz?n a trav?s de su Palabra, la Eucarist?a y el amor de la comunidad.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.