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Memoria de los ap?stoles
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Memoria de los ap?stoles

Recuerdo de San Mat?as, ap?stol
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de los ap?stoles

Recuerdo de San Mat?as, ap?stol


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si morimos con ?l, viviremos con ?l,
si perseveramos con ?l, con ?l reinaremos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hechos de los Ap?stoles 1,21-26

?Conviene, pues, que de entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Se?or Jes?s convivi? con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el d?a en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su resurrecci?n.? Presentaron a dos: a Jos?, llamado Barsab?s, por sobrenombre Justo, y a Mat?as. Entonces oraron as?: ?T?, Se?or, que conoces los corazones de todos, mu?stranos a cu?l de estos dos has elegido, para ocupar en el ministerio del apostolado el puesto del que Judas desert? para irse adonde le correspond?a.? Echaron suertes y la suerte cay? sobre Mat?as, que fue agregado al n?mero de los doce ap?stoles.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si morimos con ?l, viviremos con ?l,
si perseveramos con ?l, con ?l reinaremos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hoy recordamos al ap?stol Mat?as, elegido para recomponer el n?mero de los doce, correspondiente a las doce tribus de Israel, es decir, a todo el pueblo elegido. Aquel n?mero encerraba un deseo de totalidad, de universalidad del Evangelio, que no pod?a ser ni atenuado ni mucho menos eliminado. Era verdad entonces y sigue si?ndolo todav?a hoy. Para Jes?s, todos los hombres y todas las mujeres deben recibir el anuncio de la salvaci?n. Por eso los Ap?stoles ten?an que elegir al "duod?cimo" ap?stol: no hay pueblo alguno, ni naci?n, ni persona que sea ajena al Evangelio. El esp?ritu universal de Jes?s es parte integrante de la misi?n de la comunidad cristiana. L?gicamente no se trataba de elegir a una persona cualquiera. En efecto, r?pidamente establecieron el criterio: el elegido deb?a haber vivido con Jes?s, deb?a haberle escuchado, visto, tocado, seguido; en definitiva, deb?a ser un verdadero testigo. En cierto modo, eso sigue siendo cierto. Todo aquel al que se conf?a la comunicaci?n del Evangelio debe vivirlo personalmente, en primera persona. S?lo quien vive el Evangelio en su vida puede comunicarlo a los dem?s. La elecci?n del duod?cimo indica que tambi?n cada uno de nosotros puede ser un testigo fiel de Jes?s entre los hombres.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.