ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Esp?ritu del Se?or est? sobre ti,
el que nacer? de ti ser? santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hechos de los Ap?stoles 1,9-11

Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocult? a sus ojos. Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: ?Galileos, ?qu? hac?is ah? mirando al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jes?s, vendr? as? tal como le hab?is visto subir al cielo.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aqu? Se?or, a tus siervos:
h?gase en nosotros seg?n tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La ascensi?n de Jes?s al cielo concluye el acontecimiento extraordinario de la resurrecci?n. Lucas ya hab?a hablado de la ascensi?n de Jes?s, en la misma conclusi?n de su "primer Logos" Ahora la retoma, situ?ndola entre la resurrecci?n de Jes?s, ocurrida el "tercer d?a", y Pentecost?s, es decir, la venida del Esp?ritu Santo sobre la primera comunidad cristiana, que tiene lugar "el quincuag?simo d?a". De esta manera Lucas quiere unir la Pascua y Pentecost?s, para decir que no existe discontinuidad entre Jes?s y su Iglesia: los "hechos" de los ap?stoles -y de la comunidad cristiana de todo tiempo- se desarrollan en continuidad con "lo que Jes?s hizo y ense?? desde el principio hasta el d?a en que fue levantado a lo alto" (Hch 1, 1-2). La obra de ese Maestro no ha terminado, contin?a en la historia humana a trav?s de la obra de sus disc?pulos. Lucas se?ala que los disc?pulos escuchan atentamente a Jes?s y no apartan de ?l su mirada, como tantas veces hab?a sucedido en los tres a?os anteriores. Quiz? intu?an que hab?a llegado el momento de su partida y lo "miraban fijamente", como queriendo fijar en su memoria por ?ltima vez aquellos ojos, para no olvidarlos jam?s ?C?mo podr?amos no entender a aquellos disc?pulos? Y efectivamente, he aqu? que "fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocult? a sus ojos". Ascender al cielo significa que Jes?s entra con su fuerza de resucitado en el coraz?n mismo del mundo. Podr?amos decir: del mismo modo que el cielo envuelve a la tierra, ahora Jes?s envuelve al mundo entero y a la vida en todas sus dimensiones. Jes?s ya no est? presente s?lo en Jerusal?n, sino en todas las partes de la tierra, y est? al lado de todo hombre y de toda mujer que lo acoge. La ascensi?n, en definitiva, lleva a Jes?s a la derecha del Padre y por tanto acerca a Jes?s a todos. ?l est? cerca de los hombres de todo tiempo como resucitado, como aqu?l que ha vencido la muerte y el mal: est? en todas partes para hacernos resucitar con ?l a una vida nueva. Por eso los dos ?ngeles dicen a los ap?stoles: "?Qu? hac?is ah? mirando al cielo?". Sin embargo la subida de Jes?s al cielo no significa simplemente marcharse; en verdad es el momento en el que Jes?s entra con su fuerza de resucitado en el coraz?n mismo del mundo, en ese cielo que envuelve la tierra. Por tanto se podr?a decir: como el cielo envuelve la tierra, as? Jes?s envuelve ahora el mundo entero y la vida en todas sus dimensiones. ?l ya no est? presente s?lo en Jerusal?n sino en todos los rincones de la tierra, y al lado de todo hombre y toda mujer que lo acoge. La ascensi?n, en definitiva, lleva a Jes?s a la derecha del Padre, y por tanto m?s cerca de todos. ?l est? ahora junto a los hombres de todos los tiempos como resucitado, como el que ha vencido al mal y la muerte: habita junto a todo hombre para que todos podamos resucitar a una vida nueva. Es el sentido de las palabras que los "dos hombres vestidos de blanco" dirigen a los disc?pulos, que contin?an con la mirada fija en el cielo. Hay una analog?a con el relato de los ?ngeles de la resurrecci?n, que exhortan a las mujeres y los disc?pulos a no buscar m?s entre los muertos al resucitado. Ahora aquellos hombres interpretan el misterio de la ascensi?n de Jes?s y exhortan a los disc?pulos a vivir la misi?n que Jes?s les hab?a dejado. Quiz? ven la tristeza en los ojos de aquellos disc?pulos y les dicen: "?Por qu? permanec?is mirando al cielo?". Es una forma de decirles que no tengan miedo: Jes?s no ha desaparecido, volver? nuevamente en medio de ellos. En definitiva, no deben quedarse bloqueados en las costumbres de la vida pasada, por muy santas que sean. Comenzaba ahora una vida nueva, una nueva misi?n. Era necesario acoger la mirada del Se?or, que desde el cielo mira al mundo entero, a todos los hombres y los pueblos, especialmente a los m?s necesitados de misericordia y ayuda. Tambi?n a los disc?pulos se les pide "ascender" de sus propios peque?os horizontes y acoger la mirada universal del cielo que envuelve toda la tierra. Escuchemos tambi?n nosotros a aquellos ?ngeles -es la predicaci?n que continuamente se nos dirige- para que recordemos que Jes?s volver? del mismo modo. Es como decir que los cristianos deben vivir de la misma forma que Jes?s, no de otra, quiz? m?s c?moda o menos exigente. El Evangelio, una vez m?s, nos llama a no apartar la mirada de Jes?s. Es por ello que los disc?pulos -Lucas lo se?ala en su relato de la ascensi?n en su Evangelio- "volvieron a Jerusal?n con gran gozo" (Lc 24, 52).

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.