ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Esp?ritu del Se?or est? sobre ti,
el que nacer? de ti ser? santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Judit 5,1-4

Se dio aviso a Holofernes, jefe supremo del ej?rcito asirio, de que los israelitas se hab?an preparado para la guerra, que hab?an cerrado los pasos de las monta?as, fortificado todas las alturas de los montes elevados y puesto obst?culos en las llanuras. Esto le irrit? sobremanera, y mand? llamar a todos los jefes de Moab, a los generales de Amm?n y a todos los s?trapas del litoral, les dijo: ?Hijos de Cana?n, hacedme saber qui?n es este pueblo establecido en la monta?a, qu? ciudades habita, cu?l es la importancia de su ej?rcito y en qu? estriba su poder y su fuerza, qu? rey est? a su frente y manda a sus soldados, y por qu?, a diferencia de todos los dem?s pueblos de occidente, han desde?ado salir a recibirme.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aqu? Se?or, a tus siervos:
h?gase en nosotros seg?n tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Holofernes, cegado por el poder, no logra comprender los motivos por los que este peque?o pueblo resiste a su ej?rcito. Los jud?os, en efecto, han puesto guarniciones en las monta?as, han levantado murallas en todos los pueblos y se han preparado para resistir al asedio, para lo que han acumulado v?veres. El poderoso general monta en c?lera. ?Qui?n es este pueblo que osa resistir a la potencia de Nabucodonosor? Las otras naciones incluso se hab?an negado a luchar y se hab?an entregado al enemigo: "Tambi?n nuestras ciudades y los que las habitan son siervos tuyos. Ven, dir?gete a ellas y haz lo que te parezca bien" (3, 4). Holofernes no se ha ensa?ado con ellos; destruy? sus templos, pero no amenaz? su vida; m?s bien al contrario, los convirti? en sus ayudantes. Antes eran enemigos, y ahora se convierten en aliados de Nabucodonosor, para hacer la guerra contra los que osan resistirse a su potencia. Eso es lo que le sucede a todo aquel que se deja embaucar por el mal: se convierte en su c?mplice y su siervo necio. En efecto, aquellos pueblos se convirtieron en aliados del maligno para llevar el mal tambi?n a los dem?s. Frente al mal no se puede ser neutral. Si uno no se resiste a su presi?n, queda dominado por el mal hasta convertirse en su instrumento. En cambio, los que resisten al mal provocan una reacci?n furiosa en ?l porque queda fuera de cualquier l?gica mundana. Holofernes y todos los colaboradores del mal no entienden; no comprenden. Pero su seguridad los llevar? a la derrota. Al contrario, la confianza d?bil en el Se?or es la garant?a de su defensa. El poder del mal puede crear desaliento, pero no toca la fe en Dios. Quien cree sabe que Dios es m?s fuerte que todo. La fe, es decir, el v?nculo ?ntimo y profundo con Dios, es la verdadera defensa del creyente: no cede ni siquiera en medio de la tormenta. El maligno, frente a la fe del creyente, se desalienta, como Holofernes que se maravilla frente a la resistencia de aquel peque?o pueblo. Se pregunta: "?Qui?n es este pueblo instalado en la monta?a?" (5,3). No es capaz de entenderlo. El mundo no puede entender a Dios, no puede conocer su potencia. S?lo la fe puede descubrir al Dios vivo. Y la fe pertenece s?lo al que vive una relaci?n directa, inmediata, con Dios. Holofernes, cegado por su poder, piensa que el Dios de Jud? no es distinto de los otros dioses que no han podido defender las naciones que ?l hab?a sometido a Nabucodonosor. Ni siquiera toma en consideraci?n a su Dios. De ah? su derrota.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.