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Memoria de la Madre del Se?or
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Memoria de la Madre del Se?or

Memoria de san Wenceslao, venerado como m?rtir en Bohemia.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or

Memoria de san Wenceslao, venerado como m?rtir en Bohemia.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Esp?ritu del Se?or est? sobre ti,
el que nacer? de ti ser? santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ester 10,3

Pues el jud?o Mardoqueo era el segundo despu?s del rey, persona importante entre los jud?os, amado por la multitud de sus hermanos, preocupado por el bien de su pueblo y procurador de la paz de su raza.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aqu? Se?or, a tus siervos:
h?gase en nosotros seg?n tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Al finalizar el episodio, Mardoqueo interpreta el sue?o que abre el libro de Ester (v?ase el texto griego), es decir, lee los acontecimientos sucedidos seg?n la visi?n misma de Dios, descubre la verdad de los acontecimientos y qui?n es el que gu?a la historia de los hombres. El autor muestra la mirada de Mardoqueo que desde el inicio se presenta como un creyente que vive en el temor de Dios y es defensor de todo su pueblo. No cede a la tentaci?n de esconder su fe arrodill?ndose, por ejemplo, frente a un hombre (Am?n), y tampoco esconde que pertenece al pueblo del Se?or, aunque eso puede costarle la vida. Y con claridad reprocha a Ester su timidez, al mismo tiempo que le exige que muestre responsabilidad hacia Dios y hacia su pueblo. Su fe es n?tida: "Salv? el Se?or a su pueblo, el Se?or nos liber? de todos estos males; obr? Dios grandes se?ales y prodigios como nunca los hubo en los dem?s pueblos" (10, 3f-3g). Esta p?gina final muestra la mirada de fe que lee en lo m?s profundo los acontecimientos de la historia. La mano de Dios lo gu?a todo. Ester, al igual que ?l, fue un instrumento en manos del Se?or. El creyente nunca est? solo, siempre cuenta con la compa??a y el apoyo del Se?or. Mardoqueo ve la irrupci?n del Se?or en la historia humana que juzga y discierne entre su pueblo y las naciones. En el sue?o inicial hay voces, estr?pitos, truenos y terremotos, perturbaci?n en la tierra, con los dos dragones que avanzan para enfrentarse. Es una visi?n que define no s?lo el tiempo de Mardoqueo, sino toda la historia humana descrita con un t?pico lenguaje apocal?ptico. Es significativa la imagen de Ester que se nos presenta primero como una "peque?a fuente" y luego se convierte en "un gran r?o de abundantes aguas" (1, 1i): es la imagen de la fuerza del creyente que parece d?bil pero es imparable hasta arrasar a sus enemigos. Efectivamente, salen el sol y la luna en el cielo y "los humildes se alzaron y devoraron a los soberbios" (1, 1k).

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.