ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Memoria del patriarca Abrah?n. En la fe parti? hacia una tierra que no conoc?a, una tierra que Dios le hab?a prometido. Por esta fe es llamado padre de los creyentes, hebreos, cristianos y musulmanes.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas

Memoria del patriarca Abrah?n. En la fe parti? hacia una tierra que no conoc?a, una tierra que Dios le hab?a prometido. Por esta fe es llamado padre de los creyentes, hebreos, cristianos y musulmanes.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

G?nesis 22,1-18

Despu?s de estas cosas sucedi? que Dios tent? a Abraham y le dijo: "?Abraham, Abraham!" El respondi?: "Heme aqu?." D?jole: "Toma a tu hijo, a tu ?nico, al que amas, a Isaac, vete al pa?s de Moria y ofr?cele all? en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga." Levant?se, pues, Abraham de madrugada, aparej? su asno y tom? consigo a dos mozos y a su hijo Isaac. Parti? la le?a del holocausto y se puso en marcha hacia el lugar que le hab?a dicho Dios. Al tercer d?a levant? Abraham los ojos y vio el lugar desde lejos. Entonces dijo Abraham a sus mozos: "Quedaos aqu? con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta all?, haremos adoraci?n y volveremos donde vosotros." Tom? Abraham la le?a del holocausto, la carg? sobre su hijo Isaac, tom? en su mano el fuego y el cuchillo, y se fueron los dos juntos. Dijo Isaac a su padre Abraham: "?Padre!" Respondi?: "?qu? hay, hijo?" - "Aqu? est? el fuego y la le?a, pero ?d?nde est? el cordero para el holocausto?" Dijo Abraham: "Dios proveer? el cordero para el holocausto, hijo m?o." Y siguieron andando los dos juntos. Llegados al lugar que le hab?a dicho Dios, construy? all? Abraham el altar, y dispuso la le?a; luego at? a Isaac, su hijo, y le puso sobre el ara, encima de la le?a. Alarg? Abraham la mano y tom? el cuchillo para inmolar a su hijo. Entonces le llam? el ?ngel de Yahveh desde los cielos diciendo: ?Abraham, Abraham!" El dijo: "Heme aqu?." Dijo el ?ngel: "No alargues tu mano contra el ni?o, ni le hagas nada, que ahora ya s? que t? eres temeroso de Dios, ya que no me has negado tu hijo, tu ?nico." Levant? Abraham los ojos, mir? y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos. Fue Abraham, tom? el carnero, y lo sacrific? en holocausto en lugar de su hijo. Abraham llam? a aquel lugar "Yahveh provee", de donde se dice hoy en d?a: "En el monte "Yahveh provee"" El ?ngel de Yahveh llam? a Abraham por segunda vez desde los cielos, y dijo: "Por m? mismo juro, or?culo de Yahveh, que por haber hecho esto, por no haberme negado tu hijo, tu ?nico, yo te colmar? de bendiciones y acrecentar? much?simo tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa, y se adue?ar? tu descendencia de la puerta de sus enemigos. Por tu descendencia se bendecir?n todas las naciones de la tierra, en pago de haber obedecido t? mi voz."

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Abrah?n es el padre de nuestra fe. En la Escritura, ?l es la figura del primero que escuch? la voz de Dios. ?sta lo llamaba a salir de su tierra y a partir hacia un pa?s y una vida que no conoc?a, pero que el Se?or hab?a preparado para ?l. Abrah?n obedeci? a aquella voz y parti?, dejando la casa de su padre. En su vida conoci? momentos de dificultad y grandes pruebas, como la del sacrificio de su hijo ?nico, Isaac. Era el heredero que Dios le hab?a prometido. Pero Abrah?n obedeci? la orden del Se?or: "Toma a tu hijo, a tu ?nico, al que amas, a Isaac, vete al pa?s de Moria y ofr?celo all? en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga". Ninguna raz?n humana pod?a explicar esta orden. Pero Abrah?n obedeci? a Dios m?s que a la l?gica del hombre. Y sali? con su hijo Isaac hacia el monte Moria. Dios, viendo aquella fe tan radical, no le arrebat? a su ?nico hijo. Se lo devolvi? en la fe. Y fue el primog?nito de una muchedumbre. Por esta fe, el Se?or lo llam? y lo consider? "amigo", hasta el punto de que no pudo esconderle la decisi?n de destruir Sodoma. Y Abrah?n, como amigo de Dios, pudo interceder por la ciudad. Abrah?n, patriarca de todos los creyentes, sale a nuestro encuentro al inicio de este nuevo milenio para que tambi?n nosotros, junto a ?l, obedezcamos r?pidamente y con todo el coraz?n a la llamada de Dios.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.