ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jes?s crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jes?s crucificado


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Apocalipsis 16,1-7

Y o? una fuerte voz que desde el Santuario dec?a a los siete ?ngeles: ?Id y derramad sobre la tierra las siete copas del furor de Dios.? El primero fue y derram? su copa sobre la tierra; y sobrevino una ?lcera maligna y perniciosa a los hombres que llevaban la marca de la Bestia y adoraban su imagen. El segundo derram? su copa sobre el mar; y se convirti? en sangre como de muerto, y toda alma viviente muri? en el mar. El tercero derram? su copa sobre los r?os y sobre los manantiales de agua; y se convirtieron en sangre. Y o? al ?ngel de las aguas que dec?a: ?Justo eres t?, "Aquel que es y que era", el Santo, pues has hecho as? justicia: porque ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas y t? les has dado a beber sangre; lo tienen merecido.? Y o? al altar que dec?a: ?S?, Se?or, Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos?.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Una voz fuerte, tal vez la de Dios mismo, sale del templo celestial que est? detr?s de los siete ?ngeles encargados de llevar a cabo el juicio definitivo sobre la historia. La voz ordena "derramar" la ira divina sobre la tierra, vaciando "las siete copas del furor de Dios". Las im?genes que vienen a continuaci?n manifiestan des?rdenes incre?bles, descritos siguiendo el modelo de las plagas de Egipto. La ira de Dios afecta, o mejor dicho, devasta toda la creaci?n. De aquellas copas sale el r?o de la c?lera divina. "Derrama sobre ellos tu enojo, los alcance el ardor de tu c?lera" (69, 25), invocaba el salmista, una oraci?n que el profeta Jerem?as repet?a a menudo con palabras similares (10,25; 42,18; 44,6). No es la ira de un Dios vengativo, sino la ira de un Dios que ve c?mo traicionan su amor y c?mo las consecuencias de dicha traici?n se vuelven contra el pecador y contra la misma creaci?n. La ira afecta a toda la creaci?n, al hombre y a todo lo creado, el mar y la tierra. Se abre la secuencia de las siete copas derramadas sobre la tierra. Es una secuencia modulada sobre la anterior serie de siete de las trompetas y sobre las plagas b?blicas de Egipto. La primera copa ataca a los adoradores de la Bestia, aquellos que se han consagrado al mal, haci?ndose casi "bautizar" en la perversi?n: as? como en el bautismo cristiano se impon?a al fiel un sello de pertenencia a Dios, los malvados tienen una "marca" de adhesi?n a la Bestia. El flagelo es una "?lcera maligna y perniciosa" (v. 2), una especie de tormento que desgarra al pecador. La segunda copa derrama su contenido en el mar que inmediatamente da muerte a todos los seres marinos: una porci?n enorme del planeta deja de ser un lugar de vida y pasa a ser un lugar de muerte. ?C?mo no pensar en el drama de la contaminaci?n de las aguas del mar? Y llegamos al tercer ?ngel que contamina con el contenido de su copa las aguas de las fuentes y de los r?os pervirtiendo la misma creaci?n como lugar de vida. En efecto, asistimos a la tragedia de la falta de agua potable para millones y millones de personas todav?a en la actualidad. Llegados a este punto, una voz sagrada, "desde el Santuario" de los sacrificios del templo celestial exalta y aprueba la actuaci?n divina. El Se?or de la historia tiene en sus manos las riendas de la historia humana y las lleva seg?n la verdad y la justicia hacia una meta de luz.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.