ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 15,29-37

Pasando de all? Jes?s vino junto al mar de Galilea; subi? al monte y se sent? all?. Y se le acerc? mucha gente trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos; los pusieron a sus pies, y ?l los cur?. De suerte que la gente qued? maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos ve?an; y glorificaron al Dios de Israel. Jes?s llam? a sus disc?pulos y les dijo: ?Siento compasi?n de la gente, porque hace ya tres d?as que permanecen conmigo y no tienen qu? comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino.? Le dicen los disc?pulos: ??C?mo hacernos en un desierto con pan suficiente para saciar a una multitud tan grande?? D?celes Jes?s: ??Cu?ntos panes ten?is?? Ellos dijeron: ?Siete, y unos pocos pececillos.? El mand? a la gente acomodarse en el suelo. Tom? luego los siete panes y los peces y, dando gracias, los parti? e iba d?ndolos a los disc?pulos, y los disc?pulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

En este tiempo de Adviento seremos conducidos especialmente por el evangelista Mateo, y, mientras nos acercamos a la Navidad, por algunos pasajes de los primeros cap?tulos de Lucas. El pasaje de hoy nos acompa?a con Jes?s que, regresando a Galilea, sube nuevamente al monte. Mateo escribe: "Jes?s vino junto al mar de Galilea; subi? al monte y se sent? all?". En la tradici?n b?blica el monte representa el lugar privilegiado donde encontrar al Se?or. Y el evangelista quiere mostrar cu?n unida est? la misi?n de Jes?s a la relaci?n con el Padre que est? en los cielos. Es del Padre de donde brota toda la acci?n de amor, de compasi?n, de curaci?n y de salvaci?n de Jes?s. Aquel lugar alto, que permite entrever aquella intimidad ?nica entre aquel Hijo y el Padre, se convierte como en un santuario a donde los enfermos, los pobres, y los lisiados acuden para ser acogidos y curados. El evangelista advierte que Jes?s curaba a aquellos enfermos y dirig?a su palabra a todos los que acud?an. Durante tres d?as estuvieron escuch?ndole. ?Qu? diferencia con nuestra avaricia y nuestra distracci?n ante la Palabra de Dios! Al cabo de los tres d?as, escribe Mateo, Jes?s sinti? compasi?n por aquella multitud. En efecto, despu?s de haber alimentado sus corazones con el pan de la Palabra quer?a ahora alimentarles tambi?n con el pan material. Jes?s lleva en el coraz?n a la persona entera que hay en cada uno de nosotros, cuida de toda nuestra vida. Son los disc?pulos los insensibles ante la situaci?n de aquella multitud. Y cuando Jes?s se lo hace notar y les pide ayuda, ellos no saben decir otra cosa m?s que proponer la triste resignaci?n de siempre: no es posible hacer nada. En efecto, tambi?n nosotros habr?amos respondido como ellos. Pero Jes?s, que no se resigna, hace que le lleven aquellos siete panes y aquellos pocos peces que han conseguido encontrar y los multiplica para todos. Es el milagro que nace de un amor apasionado. Esta p?gina evang?lica es una fuerte invitaci?n para nosotros para que nos dejemos como ver por la misma compasi?n de Jes?s hacia los d?biles y los pobres, con el fin de participar tambi?n nosotros del milagro de la multiplicaci?n del amor.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.