ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

II de Adviento
La Iglesia bizantina venera hoy a san Saba (+ 532) "archimandrita de todos los eremitorios de Palestina".
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo

Primera Lectura

Isa?as 11,1-10

Saldr? un v?stago del tronco de Jes?, y un reto?o de sus ra?ces brotar?. Reposar? sobre ?l el esp?ritu de Yahveh:
esp?ritu de sabidur?a e inteligencia,
esp?ritu de consejo y fortaleza,
esp?ritu de ciencia y temor de Yahveh. Y le inspirar? en el temor de Yahveh.
No juzgar? por las apariencias,
ni sentenciar? de o?das. Juzgar? con justicia a los d?biles,
y sentenciar? con rectitud a los pobres de la tierra.
Herir? al hombre cruel con la vara de su boca,
con el soplo de sus labios matar? al malvado. Justicia ser? el ce?idor de su cintura,
verdad el cintur?n de sus flancos. Ser?n vecinos el lobo y el cordero,
y el leopardo se echar? con el cabrito,
el novillo y el cachorro pacer?n juntos,
y un ni?o peque?o los conducir?. La vaca y la osa pacer?n,
juntas acostar?n sus cr?as,
el le?n, como los bueyes, comer? paja. Hurgar? el ni?o de pecho en el agujero del ?spid,
y en la hura de la v?bora
el reci?n destetado meter? la mano. Nadie har? da?o, nadie har? mal
en todo mi santo Monte,
porque la tierra estar? llena de conocimiento de
Yahveh,
como cubren las aguas el mar. Aquel d?a la ra?z de Jes?
que estar? enhiesta para estandarte de pueblos,
las gentes la buscar?n,
y su morada ser? gloriosa.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.